Opte, en mi vida, por la lectura.
Descubrí que la existencia de un libro se justifica en el momento en el que alguien se compromete con su autor, se sumerge en la historia. Los conflictos pueblan el relato y en su momento fueron creados y sufridos. Un libro aguarda al lector que de sentido a su volumen inerte de papel y tinta.
Hace algunos años leí Moby Dick. Moby Dick fue un libro al cual di vida.
Recorrí, al lado del capitán Ahab, los siete mares en busca de la ballena blanca a la que pretendía dar muerte. Los años en el Pequod fluctuaron entre los pequeños triunfos y las incertidumbres. Movido por el deseo de venganza, el capitán, nos comprometió y aventuró en la caza del gran Leviatán.
Con un giro de su mano Melville logró darle a su libro un gran final.
Es mucho más que una novela de aventura. Moby Dick va más allá del físico análisis de lo tangible, es explorar, es mirar como las insondables almas de los hombres sucumben ante el infinito océano, es entrar a rasgar la mente de un hombre que cegado por su furia pierde la cordura. Si me permiten decir: Ahab es un dios incompleto. Es el análisis, con ojos de mil ochocientos, del comportamiento de las ballenas y el surgimiento de una nueva ciencia. La amistad, la desgracia, la muerte, la religión son temas que no se escapan de la prodigiosa narración y dan una visión aun más profunda de lo que creemos es el hombre y su vida.
Es el final de Moby Dick lo que justifica su lectura. Por su desenlace y por la forma en la que el bien y el mal, de nuevo, se encuentran en esta obra, es que es comparada tanto con la Odisea como con La Divina Comedia. Borges observa que “un gran poema de nuestro tiempo, el Moby Dick de Herman Melville, que ciertamente conoció la Comedia en la traducción de Longfellow. Tenemos la empresa insensata del mutilado capitán Ahab, que quiere vengarse de la ballena blanca… y la gran novela concuerda exactamente con el fin del canto de Dante: el mar se cierra sobre ellos” Díce además Borges que Melville asimiló de tal modo la Comedia que pudo olvidarla literalmente y así ésta debió ser parte de él.
La obra maestra de Melville está atravesada por una serie de singulares frases y analogías, con las cuales sería posible crear una filosofía contemporánea y que de alguna forma permearon la cultura norteamericana. Frases que están en el inconsciente colectivo universal. Son una forma de ver la esencia de las cosas:
“Pero la fe, como un chacal, se alimenta entre las tumbas e incluso de esas dudas mortales extrae su esperanza más vital”
“Desde debajo de su sombrero ladeado, Ahab dejó caer una lágrima al mar, y todo el Pacífico no contenía tal riqueza como esa diminuta gota”
Melville
Antes de comenzar a escribir en 1844 Melville se introdujo en el difícil mundo de los océanos. Puede decirse que las obras de este virtuoso escritor y osado aventurero son reflejo de experiencias vividas (cosa de pocos escritores). Herman Melville nació en New York el 1 de Agosto de 1819. A sus 19 años se embarcó rumbo a Liverpool como mozo de cabina. Trabajó como maestro luego de su regreso a Estados Unidos, 1841 viajó a los mares del sur a bordo del ballenero Acushnet. Tras año y medio de travesía abandonó el barco en las Islas Marquesas y vivió un mes entre los caníbales. Escapó en un mercante australiano y desembarco en Papeete (Tahití). Donde pasó algún tiempo en prisión. Luego de trabajar como agricultor viajo a Honolulu (Hawai) y allí, en 1843 se enfiló en una fragata de la Marina Estadounidense. Murió, olvidado por su tierra, en New York en 1891.
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