24 marzo 2010

Sobre acercarse al fin



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Un libro es un objeto que es combinación de dos elementos, que por lo general los consideramos insolubles, el mundo de las ideas y el mundo de la materia. El mundo de las ideas plasmadas como texto y que representan el pensar y el sentir de su autor y el mundo de la sustancia que en el papel, la tinta y la cubierta tienen sus exponentes.
Una de las grandes ventajas que tiene el cine es que la primera vez que uno ve cualquier película, a excepción de uno que otro indicio, se desconoce por completo el momento en el que tendrá fin su trama. Una película como Petróleo Sangriento e incluso El Señor de los Anillos: El Retorno del Rey son clara muestra de lo que habló, una de ellas concluye mientras aun esperamos que pase algo esclarecedor y la otra tiene atisbo de final en tres oportunidades. Un libro, en cambio, nos anuncia su fin. Lo lectores tenemos siempre la oportunidad de ver avanzar las paginas, sentir con nuestros dedos cómo el espesor de lo que sujetamos con nuestra mano derecha se va haciendo más delgado mientras que en nuestra mano izquierda acumulamos todo aquello que ya nos es conocido y que hemos transitado con paciencia.
En un libro es posible saber en qué espacio de tiempo será posible el final, podemos ir acelerando nuestra respiración y el ritmo faltando diez páginas, sabiendo que un golpe de pecho adicional, al igual que hacen los sprinters en el ciclismo, nos llevará hasta la revelación del misterio o a dar por terminada una relación un poco antes.
A diferencia de la novela los cuentos logran mantenernos expectantes ante su posible final, por más que veamos consumir las páginas no sabemos cuándo termina uno y donde comienza el otro. Los maestros de este género han logrado cautivar nuestra imaginación y nuestras ansias de ver concluir una historia con libros en los que se mezclan los cuentos cortos y los cuentos largos y podemos ser testigos, entonces, de historias en las que el héroe muere mucho antes de poner fin a sus asuntos, por ejemplo.
Quisiera pensar entonces en un libro en el que pueda esconderse a sus lectores el inevitable fin de la historia. Tal vez realizando la misma hábil maniobra que hace Gabo en su Crónica de una Muerte Anunciada en la que el desenlace del libro está en las primeras líneas del relato y luego corresponderá a sus lectores la tarea de descubrir cuáles fueron los sucesos que precedieron el final. “No sé preocupe por el final, usted ya lo conoce”.
La verdad es que en nuestra vida muy pocos tendremos la oportunidad de saber cuándo se acerca la visita de nuestra más sensata amiga. Casi ninguno tendrá asegurado que el final está a sólo unas horas o mucho más pronto de sucederse de lo que sospecha. Pero las vidas que fueron disfrutadas con intensidad, al igual que los libros que fueron interpelados con avidez no tienen su fin al agotarse las horas o al extinguirse las páginas.

Carlos Andrés Salazar Martínez
Imagen: Datajunkie - http://www.flickr.com/photos/ppic/3341295177/

04 marzo 2010

Reputación


El mismo morbo con el que alguna vez encendí la televisión para divertirme con las circunstancias creadas sobre las que son orientados los sentimientos y deseos de un puñado de infelices, fue con el que asistí a una reunión política a tres cuadras de mi casa.


La invitación era para las 7:00pm, mi asistencia fue puntual para disfrutar de principio a fin, lo que yo vaticinaba sería un reality.


El presentador – si, “EL”, deben imaginarse mi desilusión - sabe percibir lo obvio, aquella somnolencia de los participantes propiciada por sus expectativas particulares: algún empleo, alguna universidad, algún negocio que el candidato todavía no sabe. Los deseos de esos infelices eran tan latentes, individuales y desesperados, que ya eran presa fácil del escenario político.


- muchas gracias por venir, dense un fuerte aplauso. Este es el tarjetón que ustedes van a recibir, marquen con una X la M y luego el numero 101, si, porque recuerden que es este el candidato que nosotros estamos apoyando.
¿Alguien que me diga lo que debemos marcar? …Muy bien
¿Alguien que me diga lo que debemos marcar? … Muy bien
¿Alguien que me diga lo que debemos marcar? … Muy bien


En esta ocasión no son los mensajes de texto, no es enviar la palabra RANDA al código 1206, pero el negocio debe de estar por alguna otra parte, y es en esa asistencia que se confunde con la participación es que los colombianos eligen cantantes y políticos que finalizados los realitys, no se vuelven a ver.


No les miento si les digo que esta fue la temática propuesta de la reunión durante una hora, donde eso de la somnolencia hace las veces de hipnosis, y la estupidez inducida por repetición cobra importancia.


De golpe los minutos me transcurren como en los hospitales, lentos, fríos y confusos, cómo juzgar a los que participan de estos realitys, cuando se es infeliz qué más da aferrarse a esas ilusiones en tiempo de Elecciones, la indolencia se me escurre por las manos, hasta ahora mi concepto sobre los asistentes no era más que el mismo con el que participan los candidatos en estas reuniones; Ya no veo una masa burda que solo espera un refrigerio, comprendo que esperan más que eso.


El escenario se me torna propicio para ridiculizar al presentador con sus candidatos y todo, pero que difícil es ser inapropiado sobre lo inapropiado, y en muchas partes me ocurre esto: ser el paciente más infeliz.



JUAN CAMILO SALAZAR

Medicinal

No sé qué tan importante se torne para los lectores este artículo, que entre muchos otros de disimiles fuentes buscan aliviar la patología social producida por la U. Sin embargo tras la anticipación del fracaso de lo que podría haber sido un antiofídico para esta sociedad, me dispondré a prescribir la maduración de nuestra ponzoña.

Que dos hombre se inunden en vapulación, que en presencia de varias personas y sobre la mesa se hilvanen un: “Vete al carajo” ó “Un sea varón”. No justifica hacerlo un blanco de críticas, incluso se correría el riesgo de pasar por mojigato. Y más aún habrá personas que encontraran razones, quizás de peso, para justificar que incluso con esa piedra se hubiera ido al lastre la Ilustración.

En realidad no quiero detenerme en dilucidaciones sobre si está bien o mal que distintos personajes en determinadas circunstancias se hayan chocado con esa piedra, donde para muchos el hecho de que ya lo haya materializado un rey, lo naturaliza. La preocupación, considero, debe posesionarse más allá del cuándo y el cómo, que es materia prima que sirve a los medios de comunicación, y debe situarse en el ¿por qué?

En este sentido, muy bien señala Chávez de que a “lo mejor tendrá problemas al interior de su país”. Y es precisamente por ahí que se desenmaraña tal papelón. En las últimas semanas Uribe, no el inmortal sino aquel de carne y hueso, enfrenta una delicada posición de popularidad en medio del deseo reeleccionista.

Para mí las cosas estuvieron así: Uribe sube a su avión directo a Cancún, junto con una clase media por delante exacerbada por los decretos de Emergencia Social, en sus manos con una ponencia negativa frente al referéndum reeleccionista en la Corte Constitucional, y con un bloqueo económico de mierda que no se atreve a morir. Si, piensa Uribe, desde ya hace un buen tiempo este bloqueo del vecino país ha logrado que pierda el respaldo de amplios sectores de la economía a mi apego reeleccionista, donde el lobby en el palacio no se ha hecho esperar, las presiones del sector privado y las insinuaciones de que si esto continua lo mejor es desistir, sí, ese “quizás no va mas con usted presidente” - Retoma y empata - con todos los empleados de la salud, con las clases medias, con los magistrados:

- “¡Sea varón!”

Lo último que hay que apuntar es que el contexto en que se da este papelón caricaturiza lo que este mortal hace con la política nacional, que no es más que sumirla ante su interés personal y resistirse ante ese Estado de Opinión que proclama de dientes para fuera. Ni sus más acérrimos simpatizantes se atreverían a cuestionar el juicio del señor, para compararlo con el juicio del pueblo.
Observaciones: Los decretos de Emergencia Social pueden hacer persistir no sólo esta ponzoña sino muchas otras en los próximos tiempos, ya que no se encontraran pruebas científicas para remitirnos donde un especialista.

JUAN CAMILO SALAZAR