22 junio 2009

Buscando Respuestas

En uno de los grafitis puestos en escena en Mayo del 68 un joven anarquista se pregunta por '¿Cómo puedes pensar libremente en las penumbras de una capilla?', mientras que otro suplica con un 'Amaos los unos a los otros' por la libertad de los oprimidos. Estas dos frases son algo así como lugares distantes entre los que intentamos construir un camino a diario (bueno, por lo menos, yo si lo hago).

Para dar respuesta al porqué surgió lo que hoy conocemos como religión no se me ocurre nada mejor que citar primero a Melville quien asegura que "la fe, como un chacal, se alimenta entre las tumbas, e incluso de esas dudas mortales extrae su esperanza más vital" y luego a Wittgenstein quien en su Tractatus hace referencia a que el "sentir el mundo como un todo limitado es lo místico". Y sí, es cierto, ponemos nuestras esperanzas en que alguien sepa más que nosotros, ese espíritu omnipresente a quien acudimos para que con su infinita sabiduría se tome la molestia de salvarnos o concedernos en medio del dolor y las ruinas algún milagro.

Pero no estoy aquí para hacer una diatriba contra la religión, la iglesia, o ese ser que todo lo puede, ni más faltaba. Ya bastante se ha escrito al respecto. Tenemos por ejemplo a Bertrand Rusell quien en su libro 'Por qué no soy cristiano' se declara un agnóstico, termino que palabras más palabras menos, quiere decir que cómo nadie es capaz de demostrar de manera cierta (tal y como cuando se realiza algún experimento) la existencia de Dios no es posible por tanto creer que es real. Y en un mundo plagado de demostraciones y hechos no podría pedirse menos de un académico cuya existencia está marcada por la necesidad de corroborarlo todo. Quisiera simplemente poner en consideración dos textos en los que se dan pistas para dar una respuesta definitiva a este espinoso tema.

En una de sus Siete Noches Borges trae a colación el Budismo, religión que incluso hoy goza de tener el mayor número de fervientes seguidores y a la que el autor acude no precisamente por esto, la toma como ejemplo para decirnos que: "Las otras religiones exigen mucho de nuestra credulidad. Si somos cristianos, debemos creer que una de las tres personas de la Divinidad condescendió a ser hombre y fue crucificado en Judea. Si somos musulmanes tenemos que creer que no hay otro dios que Dios y que Muhammad es su apóstol. Podemos ser buenos budistas y negar que el Buddha existió. O, Mejor dicho, podemos pensar, debemos pensar que no es importante nuestra creencia en lo histórico: lo importante es creer en la Doctrina."

Y es precisamente lo que aquel chico de Mayo del 68 estaba pensando, 'bueno, puede que sea incomodo que de mediadora halla una iglesia pero, vale, escribámoslo sobre este muro: Amaos los unos a los otros'. Qué importa más en realidad ¿Aferrarnos a la posible existencia de un Dios a quien hay que temer o estar ahí para quien nos necesita?

Sin embargo, muchas veces es necesario tener fe, alimenta nuestro insaciable espíritu de curiosidad, y quién mejor para recordárnoslo que Oscar Wilde quien en uno de sus exquisitos diálogos nos recuerda que "En cuanto a la Iglesia, no concibo nada mejor para la cultura del país que la creación de un cuerpo de hombres cuyo deber sea creer en lo sobrenatural, realizar milagros cotidianos y contribuir a la conservación del misticismo, tan esencial para la imaginación." Una frase que tiene como marco el ensayo en el que Wilde ensalza a la mentira; de la que asegura no sólo hace parte la religión sino también el arte. Un tema del que muy seguramente les hablaré luego.

Carlos Andrés Salazar Martínez

13 junio 2009

Lejos de Dudas


Pigmalion, Serendipidad, Poiesis, Eudaimonía, Leceferismo.

A continuación propondré un juego, un juego para que no se olviden de las palabras que encabezan este artículo y a la vez descubran que nuestro idioma no es tan limitado como parece, además de hacer posible nombrar muchas cosas con una sola palabra. Palabras para confundir, palabras para comenzar una búsqueda hipertextual o simplemente, tal vez, para divertirse.

Al leer siempre he procurado no quedarme con ninguna duda y es por eso que he recurrido a diccionarios, bibliotecas o el internet para deshacerme de ellas. Y como es obvio, cada palabra desconocida es una duda, una punzada molesta para mi espíritu. No deja, por tanto, de ser complicado abordar libros como la Divina Comedía, Moby Dick o algunos libros de ensayo de Umberto Eco, libros que en lo personal me obligaron a pasar más tiempo buscando respuestas a mis dudas que el que invertí leyéndolos. Aunque bueno, lo reconozco, exceptuando Seis Paseos por lo Bosques Narrativos no he logrado abordar ningún otro con éxito.

Corresponderá entonces a ustedes descubrir el significado que guarda cada una de las palabras listadas. Porque como bien anuncia la cienciología en uno de sus principios: Una definición malentendida o una definición no comprendida o una palabra sin significado es una de las principales causas para abandonar o renunciar a conocer a fondo un tema. Mejor aún, como afirma Melville, "la ignorancia engendra la duda" y como bien enseña Yoda "la duda engendra el miedo" y como con miedo qué se atreve uno a enfrentar: he aquí los significados dispersos de estas palabras que tal vez ninguno de nosotros utilice en la vida.

-Condición del descubrimiento que se realiza gracias a una combinación de accidente y sagacidad.

-Felicidad, entendida como plenitud de ser.

-Proceso mediante el cual las creencias y expectativas de un grupo respecto a alguien afectan su conducta a tal punto que se provoca en el grupo la confirmación de dichas expectativas.

-Fuerza creativa que reside en la imaginación.

-Hacer lo que se te de la gana.

Y ese es el juego, hallar el significado que se corresponde con ellas. Son en realidad definiciones simples para palabras complejas pero con las que muy seguramente alguno de ustedes se sentirá identificado lo suficiente para iluminar el camino hacia una nueva búsqueda.

Carlos Andrés Salazar Martínez

04 junio 2009

Donde No Hay Respuesta

Ya no recuerdo en que año, y eso que tengo pocos para no saberlo, me deje seducir por palabras tan rimbombantes que producían en mí las ganas de ser el sujeto al cual se aplica la ejecución de una acción determinada por tan altos ministerios, y es que, como no dejarse llevar por palabras que alimentan la fibra más intima en la imaginación de un niño, que además, estando de moda, era lícito usarlas.

No sé porque las recuerdo ahora, y son claras en mi mente.

Sé, por lo menos, que Carl Sagan con su libro El Mundo y sus Demonios exorcizó de mí todos aquellos espíritus malévolos para darme la gracia que da la sabiduría o el don de la ciencia. Pero ¿Por qué estuvo tan de moda la telequinesis, la telepatía, la levitación, la combustión espontanea y la abducción a finales del siglo XX? No quisiera decir que fue debido a Chris Carter creador de la muy famosa serie de ciencia ficción Los Archivos Secretos, y no quisiera decirlo porque detrás de que a alguien se le ocurra algo hay toda una sociedad a espera de consumir eso que una persona X se ingenia.

Cansados de que todo fuera cierto, nos entregamos a lo paranormal esperando hallar explicaciones en un lugar en el que la historia esta cansada de decirnos, no. Y es así como pasé de las muy laxas teorías que plantean alrededor de las pirámides, las líneas de Nazca, los moáis de la Isla de Pascua y los monolitos de Stonehenge, a la búsqueda de la Atlántida o al misterio del omnívoro Triangulo de las Bermudas. Todos estos enigmas entre uno que otro testimonio de avistamiento, hechizo alquimista, predicción reforzada o forma ingeniosa de explicar coincidencias. Sin dejar de lado, por supuesto, a los licántropos, el Área 51, la hipnosis, la adivinación, la numerología, las posesiones demoníacas o angelicales y en fin, la lista es tan extensa que cansa.

Y esa es la verdad. Agradezco a la vida, en todo caso, haberme permitido toparme con esta extraña trampa del mundo a tan temprana edad y haberme permitido, a la vez, encontrarme con mi salvador, el único buscador de extraterrestres cuerdo de quienes conozco, Carl Sagan. Que curioso es todo: alimentado por la seudociencia encontré una persona a quien seguir, alguien quien además me dio la libertad de elegir el camino sin torcerlo.

Sin embargo y aunque persuadido por axiomas y la búsqueda desesperada de pruebas, sigo esperanzado en lo fantástico, y es que qué sería de la vida si pudiera ver como vuela el control remoto mientras lo traigo con la mente, la gran emoción que me embargaría si sólo una persona pudiera tumbar muros con su ki. O por lo menos, haber vivido en el tiempo en el que una misma persona exorcizaba espíritus, convertía el agua en vino, multiplicaba los peces y caminaba sobre las aguas.


Carlos Andrés Salazar Martínez
Imagen: Walk on Water. Michael Cross