24 julio 2009

Examen de Sometimiento

Dentro del conjunto de las cosas que hacen patente el sometimiento de los hombres y mujeres extraordinarios por parte de la sociedad están las entrevistas para aspirar a un puesto de trabajo. Un trabajo que debería permitir la potenciación de todas las cualidades que son parte de quien pretende obtenerlo. Pero en última instancia es prácticamente imposible que una persona espontanea, difícil de cifrar, en todo sentido opuesta al método, logre pertenecer a una organización que por sobre todas las cosas necesita colaboradores que cumplan ordenes, así estas no impliquen la ejecución de soluciones creativas. Y que, además, tomen como suyo un trabajo que los limita aunque puedan demostrar con creces que están dispuestos a no poner freno a su labor.

Cierto es que los exámenes y entrevistas son el camino para crear frustraciones en aquellos que no logran superarlos pero también el camino para filtrar de la enmarañada sociedad las personas que son aptas para la obediencia y el avasallamiento. Personas que pueden pasarse la vida organizando papeles sin el menor interés por saber qué pasa con ellos o qué hay al otro lado de la línea de montaje. Nada mejor para una empresa que aspira a ser productiva mas no innovadora que un grupo de personas que no creen problemas para las líneas de producción y cuya consigna y forma de vida este dada para salvaguardar los intereses de otro mas no el éxito propio. Pero por ejemplo, ¿Qué sería de alguien que hace mantenimiento a puentes si se pone creativo?¿Que sería de un antiexplosivos si no se limita a ejecutar rigurosamente sus movimientos? Incluso, creería yo, son cualidades de las que debe gozar un astronauta por ejemplo.

Muchos hemos sufrido las ganas de comernos al mundo, de conquistarlo a pesar de nuestras limitaciones, tenemos el ánimo de ascender entre las personas para gobernarlas y mostrarles el camino que consideramos seguro. Sin embargo, para llegar a la cima, debemos comenzar por perdernos en lo bajo. El sistema debe ignorar que uno de sus enemigos está cerca. Por esa razón, por el simple hecho de que somos quienes somos, y debemos someternos al designio divino, es que nos hemos rendido. No queremos saber de un trabajo monótono, no queremos entregarnos con facilidad a una sociedad que nos somete y señala lo que debemos hacer. Y es debido a ello, y he ahí lo paradójico del asunto, que necesitamos que aquellos a quienes queremos salvar sean las personas que pasan los exámenes.

Podemos serlo todo, pero no unos resignados. Emprenderemos el viaje por las intrincadas ciudades posibles para construir en medio de esta sociedad la vida de la que nos creemos dignos. Aunque, tal vez, funcione la estrategia que por generaciones ha servido para hacer de este un mundo feliz, aquella que hará de nosotros los seres que con una facilidad inesperada se entreguen a la monotonía y vean entre todo aquello lo que es bueno: una sociedad en que pocos piensan o al menos creen que lo hacen y en la que muchos, también, se han rendido y son esclavos de sus propios afanes. Y allí estará mi lucha. ¿Será que tiene sentido y no todos podemos ser virtuosos, pero tal vez sí todos mediocres?

Milan Kundera en su Insoportable Levedad, nos enseña que sí, hay personas para las que no existe un designio (es muss sein!, lo llama él). Y lo dice a través del cirujano que protagoniza la novela, luego de ser sometido a la cotidianidad y hallarse, por largo tiempo, alejado de su profesión:
“Las cosas que hacía no le importaban nada y estaba encantado. De pronto comprendió la felicidad de las gentes (hasta entonces siempre se había compadecido de ellas) que desempeñaban una función a la que no se sentían obligadas por ningún “es muss sein!” interior y que podían olvidarla en cuanto dejaban su puesto de trabajo. Hasta entonces nunca había sentido aquella dulce indiferencia. Cuando algo no le salía bien en el quirófano, se desesperaba y no podía dormir. Con frecuencia perdía hasta el apetito sexual. El “es muss sein!” de su profesión era como un vampiro que le chupa la sangre.”

Carlos Andrés Salazar Martínez
Imagen: El hijo del hombre. René Magritte

06 julio 2009

Malcolm Gladwell

Porqué en realidad qué más hace uno si no es buscar en medio de la cantidad inagotable de información aquellos datos que den esperanza, que activen la creatividad o simplemente alimenten nuestra curiosidad. Y es precisamente por esa búsqueda que en este momento tengo un problema, un problema al que no me referiré en este texto que está dedicado, exclusivamente, a uno de los causantes del mismo.

En la revista The New Yorker me topé con un autor que encuentra en los temas cotidianos la materia prima para construir sus teorías y redactar los artículos que, por sobre los otros, destacan por la manera en que son tejidos. Hablaré de los que me han sido dados leer.

En Octubre de 2008 Malcolm Gladwell publicó Late Bloomers, artículo en el que intentaba dar respuesta a la pregunta que encabezaba el texto ¿Porqué relacionamos la genialidad con la precocidad? Pregunta que sirvió de base para escribir en este mismo blog el texto sobre La Inspiración. En el artículo, palabras más palabras menos, Gladwell atina a justificar el hecho de que nunca es tarde para escribir, pintar o componer una obra maestra. El texto lo complementa y hace interesante el testimonio de un hombre llamado Ben Fountain, un abogado que tomó la decisión de dejar de lado la prestigiosa firma para la que trabajaba, por dedicarse a escribir sus historias de ficción luego de superar los 30 años de edad. Quince años después publicaría el libro de relatos que lo ha hecho célebre y le ha otorgado el puesto que se merece en la literatura americana: Brief Encounters With Che Guevara.

Ya para Diciembre de 2008 Malcolm trataría de dar respuesta a una nueva pregunta, ¿Cómo decidir a quién contratar para un trabajo determinado si no podemos asegurar quien es la persona correcta para desempeñarlo?. El texto tiene por nombre Most Likely to Succeed y sólo me tomaré el atrevimiento de citarles la teoría que desencadena parte del problema para dar respuesta a tan pertinente pregunta: "Eric Hanushek, un economista de Stanford, estima que los estudiantes de un mal profesor aprenderán, en promedio, sólo la mitad del año del total del material que debían abordar en el año de escuela. Los estudiantes de un buen profesor podrían llegar a aprender no sólo el material del año, sino también medio del siguiente." Su paralelo esta vez es con un cazatalentos de la NFL quien busca en el football universitario posibles candidatos, no es gratuito entonces que este sociólogo sea contratado por entrenadores y grandes equipos buscando quien oriente su forma de tomar decisiones. En su libro Blink habla precisamente de la información que es necesaria aprehender para tomar las decisiones que por lo general, los deportistas en mayor medida, deben tomarse mientras ocurre un parpadeo.

Otro dato llegaría, de parte de Galdwell, para Mayo del presente año "El politólogo Ivan Arreguin-Toft recientemente observó todas la guerras disputadas, durante los últimos doscientos años, en las que uno de los contendores era mucho más fuerte que el otro. Los Goliats, encontró, ganaron en el 71.5 % de las veces. Eso ya es un hecho significativo. Arreguin-Toft estuvo analizando aquellos conflictos en los cuales una de las partes era diez veces menos poderosa -en términos de armamento y población- que el oponente, y obtuvo como resultado que los más débiles ganaron en alrededor de un tercio de las veces." Los testimonios en esta ocasión también son maravillosos: un equipo de baloncesto infantil indio que desestabilizó los patrones y reglas que rigen en la liga infantil estadounidense y un programador que con Eurisko, su robot libre de reglas, ha logrado sorpreder a los más capaces. How David Beats Goliath, es el título de un texto en el que Gladwell sentencia que al enfrentarnos con un Goliat debemos tener presente quien es aquel que hace las reglas: Goliat.

Pero creo haber resuelto mi problema, Malcolm Gladwell en ningún momento ofrece una respuesta absoluta. Sólo expone ejemplos, testimonios de personas comunes que sirven para dar robustez a sus textos. Al igual que Eduardo Punset, Gladwell se vale de la información que los avances de la ciencia y las investigaciones alrededor de las ciencias sociales han convertido en certezas, para preguntarse sobre la validez e importancia que tienen esos descubrimientos para el hombre común.

Carlos Andrés Salazar Martínez