Aquí todo va de mal en peor, declaraba Juan Rulfo en su cuento Es que somos muy pobres. Y es ahora, 56 años después, que proponemos dos elementos para comprender la desigualdad.
“La vida digna es hacer posible la vigencia de los derechos humanos. América Latina tiene 22 millones de Km2. (un territorio equivalente a tres Chinas) y 460 millones de habitantes (equivalentes a un cuarto de la población china), y en ese espacio tan grande como tres Chinas, hay personas que no tienen dónde amarrar su vaca. El 7% de la población es dueña del 70% del territorio en Colombia.”
Esta es la frase de batalla con la que José Bernardo Toro, promotor de los derechos humanos en Colombia, da a entender que es posible vivir en un país sin distinciones aunque el camino sea largo y las estadísticas cada vez más difíciles de aceptar.
Según el Fondo para la Paz, ocupamos el puesto número 41 en su Índice de Estados Fallidos. Este índice nos ubica, tomando sólo América, antes de Haíti; la calificación indica que somos una nación inestable, cuya variable de mayor peso es el movimiento masivo de refugiados o desplazamientos internos de personas. Sin tener en cuenta los falsos positivos o las chuzaDAS.
A pesar de ser evidente esta emergencia humanitaria, muchos de nosotros ni tenemos noticia de ella, sólo una cifra: entre desplazados y refugiados el número asciende a 3’500.000 personas.
Para comprender esa brecha que nos separa, no sólo de los demás países que con base en un estado justo hacen lugar para todos sino también de ese 7% que es dueño de casi toda Colombia, está la frase que publicó la revista semana durante las olimpiadas de Beijing 2008: luego de enterarse a través de los medios de la dieta rica en calorías que el nadador estrella de los Estados Unidos consumía al día, la mamá de Oscar Rivas, nuestra esperanza en el boxeo olímpico, atinó a decir “Phelps se come ocho huevos en el desayuno, y aquí ocho personas nos comemos un huevito.”
Debemos ser claros, por sobre todo, al decir que para alcanzar los resultados de los países que se jactan ser los primeros en las listas requerimos del esfuerzo continuo y del paso de varias generaciones comprometidas.
Sin embargo, lo más seguro es que en este país de ires y venires a la señora Rivas la interpelen por querer compartir con Phelps sus comensales y al campesino le abran una indagatoria por no poder demostrar cómo es que sin tener lugar donde amarrarla es dueño de una vaca.
Carlos Andrés Salazar Martínez
“La vida digna es hacer posible la vigencia de los derechos humanos. América Latina tiene 22 millones de Km2. (un territorio equivalente a tres Chinas) y 460 millones de habitantes (equivalentes a un cuarto de la población china), y en ese espacio tan grande como tres Chinas, hay personas que no tienen dónde amarrar su vaca. El 7% de la población es dueña del 70% del territorio en Colombia.”
Esta es la frase de batalla con la que José Bernardo Toro, promotor de los derechos humanos en Colombia, da a entender que es posible vivir en un país sin distinciones aunque el camino sea largo y las estadísticas cada vez más difíciles de aceptar.
Según el Fondo para la Paz, ocupamos el puesto número 41 en su Índice de Estados Fallidos. Este índice nos ubica, tomando sólo América, antes de Haíti; la calificación indica que somos una nación inestable, cuya variable de mayor peso es el movimiento masivo de refugiados o desplazamientos internos de personas. Sin tener en cuenta los falsos positivos o las chuzaDAS.
A pesar de ser evidente esta emergencia humanitaria, muchos de nosotros ni tenemos noticia de ella, sólo una cifra: entre desplazados y refugiados el número asciende a 3’500.000 personas.
Para comprender esa brecha que nos separa, no sólo de los demás países que con base en un estado justo hacen lugar para todos sino también de ese 7% que es dueño de casi toda Colombia, está la frase que publicó la revista semana durante las olimpiadas de Beijing 2008: luego de enterarse a través de los medios de la dieta rica en calorías que el nadador estrella de los Estados Unidos consumía al día, la mamá de Oscar Rivas, nuestra esperanza en el boxeo olímpico, atinó a decir “Phelps se come ocho huevos en el desayuno, y aquí ocho personas nos comemos un huevito.”
Debemos ser claros, por sobre todo, al decir que para alcanzar los resultados de los países que se jactan ser los primeros en las listas requerimos del esfuerzo continuo y del paso de varias generaciones comprometidas.
Sin embargo, lo más seguro es que en este país de ires y venires a la señora Rivas la interpelen por querer compartir con Phelps sus comensales y al campesino le abran una indagatoria por no poder demostrar cómo es que sin tener lugar donde amarrarla es dueño de una vaca.
Carlos Andrés Salazar Martínez
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