28 julio 2008

Aprendiendo de la Vida

En estos días de estrés supremo sentí, al igual que el Quijote al colocarse el casco de su armadura a rebosar de queso fundido, que se me derretía el cerebro. Fueron dos semanas en las cuales estuve cerca de explotar, de consumirme en un único dolor, de entrar en pánico y al igual que el final de algunas estrellas desaparecer consumido por mi propio peso. La mejor consigna para enfrentar el paso inalterable del tiempo era "El día de mañana no debería llegar". Evento imposible debido a que a pesar de mi muerte el día de mañana llegaría y mis problemas serían sufridos por otros y como en muchos tratados sobre la muerte, mi alma tendría que vagar entre el mundo de los vivos y los muertos debido a que dejé asuntos pendientes en la tierra.

Sin embargo, aun estoy vivo y siento que he enfrentado con entereza el transcurrir de los últimos días. Muchas cosas habían en juego, no solo mi trabajo; con él, mi futuro. Mi conciencia dice que es mi deber asumir las responsabilidades por mis errores, bien sean ellos causados por mi propio descuido o por mi ignorancia. No soy un hombre acostumbrado a cometer errores y mucho menos si ellos significan el arriesgar grandes sumas de dinero. En medio de la presión, del mareo constante, del dolor incisivo, de las ganas de postrarme en tierra y dejarme derretir por el calor de mis entrañas alcance a percibir que mi deseo de escribir es más fuerte que mi muerte, que debo soportar años de dolor antes de estar haciendo aquello que me hará feliz, a pesar de que sé que el dolor estará allí, la molestia constante me acompañará y todos estos retos hacen parte de la búsqueda de la perfección. Si, hacen parte de la perfección. ¿Llegará el día en que no tenga dudas o las tenga todas? ¿Cómo será estar allí? Seguiré luchando por las metas pequeñas que me conducirán a la obtención de mi deseo. Todavía me quedan por enfrentar los pasos más difíciles, los más decisivos y allí estaré para soportarlo todo, el tiempo me esta preparando para lo que se vendrá y yo estoy aprendiendo.
Después de contemplar y ver de cerca el ocaso, mi espíritu se ilusiona con el amanecer de los días por venir y se enaltece de las alegrías recibidas. Vendrán momentos más difíciles. Aún no, es muy pronto, pero acá estaré esperándolos con la ansiedad que espero los días en que sentiré el universo.

Carlos Andrés Salazar Martínez