17 mayo 2012

Subir a minas y bajar A’gronomía


“Quiere tu ciudad” “9: 27” “19°C”
Jairo Polo va corriendo para alcanzar el bus que sale hacía Minas desde Mecánica. Lee como puede el letrero electrónico ubicado en el puente de la autopista y se da cuenta que el tiempo es suficiente  para llegar al bus sin necesidad de sudar. Se decide a caminar y vuelve a leer:
“9: 28” “19°C” “Vive Colombia. Viaja por ella”
Cada que esta frase llega a Jairo, él trata  de hacer un cálculo preciso de cuantos días lleva sin visitar el mar y recuerda las vacaciones en Cartagena: playa, brisa y mucha nena. Al pasar la portería y saludar por educación al vigilante, los buses se detienen y los estudiantes se suben pensando que ya están cansados del día que comienza. Polo espera que los demás se suban. Hoy solo tiene una preocupación, el examen imposible a las 10 en el M-3, para el cual no ha estudiado ni podrá estudiar. Justo antes de subirse, aparece corriendo con muy poca técnica e incomodo por el peso de su morral, un muchacho al que Jairo ha visto desde que comenzó la carrera, y al cual saluda por no dejar.
-          Hey, ¿Cómo estás?
-          Bien y ¿vos? - dijo sin cara de nada mientras tomaba aire para recuperar el aliento.
-          No nada. No he estudiado para el parcial de ahora. - Jairo subió al bus después de morral pesado y saludo al conductor - ¿Cómo te va? - y él  movió su cabeza en señal de atención.
-          Yo tampoco estudie mucho, solamente leí un poco.
Polo sabía que todos los estudiantes como este (no recordaba su nombre), con ese peinado y ese morral, no podía sino estar mintiendo. Seguro que tiene el libro recomendado por el profesor al iniciar la materia, pensó Jairo, es mas debe tener el libro del profesor en ese morral acompañado de una Hewlett Packard con todas las formulas necesarias para cagarse en los otros. Decidió sentarse, mejor, tres asientos atrás de morral pesado. El bus salió hacia Agronomía. Es imposible, siguió pensando, el parcial ya lo han aplazado tres veces y ese profesor con su especialización, sabrá el diablo en que, no permitirá que volvamos ha tirarnos su clase, mucho menos siendo ésa  ¡La Facultad de Minas!, la misma que formó a la gran clase empresarial  de Colombia  hace ya mucho tiempo e impulso a los ingenieros con espíritu político para que se tiraran en el país. Bueno pero no todo puede ser tan malo, el país ahora es mucho peor.

El bus entró a Agronomía. Desde el puesto de Jairo podía observarse como las personas sin aun detenerse el vehículo, se hallan inquietas buscando anticipar el lugar donde seguramente abriría sus puertas. El bus se detiene, Polo busca a un compañero para guardarle puesto y se abren las puertas. Se produce la esperada confusión, no hay nadie conocido, como agua por un desagüe los estudiantes se arremolinan hacia las puertas; suben uno, dos, tres, cuatro, todos ellos empujados, levantados, cargados y manoseados por los que en la cola acosan para no tener que pagar un pasaje hasta la facultad.  Jairo percibe que una mujer ha descargado su morral para sentarse junto a él, la mira y le sonríe, ella responde con otra sonrisa. Jairo la observa detenidamente buscando pistas y deduce que: nooooo, esta pelada definitivamente no es de aquí. Veamos, tiene aproximadamente 1 metro con 75 centímetros y un morral del inder, lleva el cabello suelto, como despreocupada por su aspecto, su piel tiene el bronceado que solo da el sudor y sus brazos permanecen torneados en cualquier posición. Esta pelada es una deportista y si es de esta universidad no es de Minas. Ni por el hijue… Además me sonrió, lo que quiere  decir que nunca sabrá lo que es el cálculo diferencial e integral de Itto para ecuaciones diferenciales con términos estocásticos. ¿A que diablos va a subir?... Y este otro hijuemadre, seguro sabe que le voy ayudar con el bolso.
-          Hey amigo, ¿Le ayudo con el bolso?
-          Muchas gracias -  respondió él. Luego se quito el morral y lo extendió hacia Jairo.

"9:40 a.m."
En minas, algunos estudiantes esperan los buses que suben de agronomía, muchos se lamentan el tiempo que gastan durante el día yendo de arriba hacia abajo, incluso tratan de hacer uso de todas las técnicas de administración disponibles para organizar el inevitable gasto del tiempo. Saliendo del laboratorio, Viviana trata de asimilar, al menos digerir, la gran cantidad de información que acabo de descargar el profesor en la hora y media  ininterrumpida de clase. Escribiendo a tablero y medio por minuto, le pareció a Viviana, y sin sudar, sin la mínima presencia de duda; ¡ah! pero humano si es, solo dejo para la próxima clase la lectura del capitulo número siete de cada uno de los cuatro libros recomendados en su pagina de Internet. La que, según el computador, aún no esta disponible.
De nuevo las “9:40 a.m.” 
Por segunda vez ella mira, y aproximando el minutero al punto más cercano, en uno de esos relojes de estación de tren que pocas veces dan la hora correcta en el M-3, entra al baño.
-          Hola Andrea – saludo Viviana a una amiga, la que desde el colegio la acompaña inter aulas
-          Hola Vivi ¿vas para Agronomía? - dice  Andrea mirándose al espejo para evitar olvidarse.
-          Si, voy para abajo.
-          Bien. ¿Almorzamos ahora? ... Sólo espero que te acuerdes - y salieron del baño.
Viviana fue hasta el final del frío corredor. Dos puertas, la una hacia la Chaza Tigre y la otra hacia los buses. Ella, se decidió a comprar un pequeño chocolate para violar la dieta, o para romper con la rutina y salió a luchar por un puesto en el primer bus. El sol le rasgo los ojos, fue a protegerse junto a los árboles pasando la callecita. Vio las tortuosas escalas, las que  de tanto subir y bajar, pensaba, le hacían algún favor a su cuerpo. Y mientras que en la cancha de tenis, una Kournikova hacía el gusto de los aficionados, desde los aires descendían lentamente las pelusas de un árbol desconocido para causarle una alergia en la piel.

"9:42"
Mientras el bus entra a minas esa es la hora que marca el reloj digital de morral del inder y Jairo la observa. Todo el viaje lamentó la casi segura pérdida del parcial y divagando, teorizó que era mejor continuar en este viaje indefinidamente, cobrando sentido cada hora impar y media y atreviéndose a hablar con todo aquel que se sentara a su lado.  Al detenerse el bus, Polo la vio a ella levantarse y al ver su trasero ( haré un gran paréntesis, desde que la profesora de uno de los contexto dijo en clase, que eso de mirar traseros viene dado en los humanos por una condición instintiva, el muchacho se sintió satisfecho y libre, pues, tomo aquella declaración como un salvoconducto para andar por ahí, mirando traseros) descubrió que era cierto, definitivamente, la mujer es una deportista; y atención, que no es de esas que va al gimnasio únicamente para fortalecer  sus glúteos, esta va al gimnasio para fortalecerse toda ella buscando romper alguna marca. La acompañó con la mirada y se levantó para bajarse. De nuevo el tumulto, los estudiantes haciéndose daño, pero el caso es que Jairo cree que ya se acostumbraron y hasta les gusta. Entre el montón, Polo ve pasar ha morral pesado desde el bus y luego la mira a ella, no a morral del inder, sino a ella, la de civil.

No es la primera vez que se detiene para mirarla. A Jairo le encanta la de civil. La forma como se recoge todo el cabello, sobre su cabeza, para permitir que el aire circule por su cuello, fue lo primero que le llamo la atención, hace ya algunos meses; a ella le queda bien el negro, el azul y es casi seguro que el blanco también; en sus hombros se dibujan unas pecas pequeñas, de esas que dan por el exceso de sol, pero que a Polo le parecen lo mejor; muy pocas veces la ha visto sonreír y eso lo desconcierta. Pero lo cierto es que para él, es la niña más linda de la facultad y a la única que no se atreve a mirar a la espalda.

Jairo se decidió, entonces, a bajar por la puerta que ella utilizaría para subir al bus y la saludo, así ella no supiera quien era él.
-          Hola Viviana - dijo poniendo un pie en el pavimento y mirándole el cabello.
-          Hola -  saludo ella con esa sonrisa de sorpresa, que a Polo le obsesionaba de las mujeres y se subió al bus.
  
El sol señalo las “9:55”
En el bus se escuchaba el reproche que le hacía Ismael Rivera a cualquier mujer.

Ay mamita linda,  dime porque.
Dime porque me abandonaste.
No me atormente, amor, No me mates.
Ten Compasión. Dime porque.

Adentro, en agronomía, la joven descendió del bus cantando, moviendo imperceptiblemente sus labios para no hacer notar su gusto por la salsa. Con ese andar especial, el mismo que Jairo pensaba era  “mera inspiración” para cualquier hombre, sorteó Viviana todos los árboles, carros y ciclas que representaban una amenaza, incluso evitó a las personas que no quería saludar. Ella solo deseaba llegar a su clase en el 21. Y al llegar lamento que todo allí permaneciera igual, la fotocopiadora del 21, las escalas del veintiuno, el segundo piso, el tercer piso y la zona de estudio; sólo sonrió y descanso de la rutina cuando descubrió en la puerta del salón a su novio, quien la esperaba para saludarla con un beso.

Luego de eso llegaron las “10:00”. El profesor de Viviana había comenzado cinco minutos antes la clase y Jairo entró al salón para perder el parcial.  

Carlos Andrés Salazar Martínez
Cuento publicado en Agosto de 2004, revista La Impronta, Universidad Nacional sede Medellín