09 diciembre 2010

La Tranquilidad Paradójica


Carlos Andrés Salazar Martínez
Imagen: The New Yorker
Pero diría que estás un poco melancólico. Lo que tú necesitas es un gramo de soma.
Aldoux Huxley. Un Mundo Feliz

¿Cuánto estarías dispuesto a pagar por tu tranquilidad?

Esa es la pregunta a la que muchas empresas farmacéuticas han tratado de dar respuesta desde hace seis décadas. Ya lo presagiaba Enzensberger a finales de los noventa, la tranquilidad será muy pronto una de las posesiones más codiciada. Pero la tranquilidad, tal vez, será lo único que nadie podrá tener por completo. Será un bien de lujo tan perseguido como inalcanzable, para los ricos porque son muy ricos, para los pobre porque son muy pobres y los del medio, bueno, los del medio porque no son ni lo uno ni lo otro.

El riesgo constante al que se siente sometido el hombre contemporáneo impide que disfrutemos de la tranquilidad necesaria para sacar provecho de nuestra propia existencia. Y es en medio de ese constante riesgo que trastornos psiquiátricos, como la ansiedad y la depresión, se presentan para indicarnos que algo no está del todo bien. El estrés es uno de los factores que influye en que los índices de pacientes con síntomas de ansiedad y depresión vayan en aumento, y es el no tener claro las diferencias entre una y otra lo que impide, muchas veces, un diagnostico adecuado.

Robert Sapolsky ha dedicado gran parte de su vida en develar las causas del estrés y ha encontrado las fronteras que permiten diferenciarlas. Al respecto nos dice:

El cuerpo trabaja constantemente para mantener su equilibrio en un estado idóneo de temperatura, presión sanguínea, niveles de glucosa circulante que usa como energía, etcétera. Un agente estresante es cualquier factor que rompa ese equilibrio. En pocas palabras, nos estresamos mucho menos cuando creemos que las circunstancias son controlables y previsibles y disponemos de un vehículo para desahogar la frustración o contamos con apoyo emocional.

Partiendo de esa base, entonces, plantea lo que, luego de años de investigación, se atreve a definir como ansiedad y depresión: Las personas ansiosas se creen rodeadas de agentes estresantes que no pueden controlar y tienden a estar en constante vigilancia aun cuando no existan amenazas reales. En el caso de la depresión, el individuo es incapaz de percibir o aprovechar la información predictiva, los mecanismos de defensa y el apoyo social.

Según esto la raíz de todos nuestros males se encuentra en los agentes estresantes que rompen el equilibrio en el que se encuentra nuestro cuerpo, pero hemos de reconocer que ese agente puede ser cualquier cosa y, además, afirmar que esos agentes estresantes inundan la vida cotidiana. Podría decirse que en una sociedad como la nuestra son la vida misma.

Sin embargo, ya estamos en un mundo muy próximo al que presagiaba Aldoux Huxley en su libro Un mundo feliz. Un mundo en el que es posible seguir adelante sin necesidad de enfrentar nuestros temores más profundos, en el que sólo necesitamos dejarlos a un lado.

Interesante es ver, entonces, la manera como hemos decidido librar esa batalla contra la ansiedad y la depresión. Desde 1946 hasta la actualidad hemos fabricado las drogas que, gracias a los avances de la química, hacen que nuestras vivencias, al igual que nuestra percepción del mundo exterior, sean alteradas. Los tranquilizantes, como los analgésicos, intervienen en el modo de transmisión de las señales del sistema nervioso que emplean no impulsos eléctricos sino substancias químicas denominadas neurotransmisores.

Fue en 1988 que la historia de las drogas para el tratamiento de la ansiedad y la depresión se partió en dos. Antes de la época de los antidepresivos fue la época de los antiansiolíticos y fue a raíz de ese cambio que se abrió una brecha aún más grande entre ambas enfermedades. Al encontrar que drogas como el Valium y el Librium eran adictivas, la F.D.A. (entidad que regula la comercialización de productos alimenticios y médicos en Estados Unidos) decidió cambiar de opinión poniendo fin a la era de los antiansiolíticos. Su nombre fue borrado de los manuales y se abrió, así, la puerta para drogas que como el Prozac, la Fluoxetina tal y como la conocemos, a pesar de ser prescritos para patologías propias de la ansiedad, fueran comercializadas como antidepresivos.

Teniendo en cuenta lo importante que es la definición de estos dos términos, es pertinente destacar que con base a ese cambio realizado en los ochentas, muchas veces el paciente no es consciente de cuál es el mal que lo aqueja y el médico no acierta en lo que prescribe.

Es de este modo como, en la actualidad, la depresión ha sido definida de una forma que incluye una tristeza normal y pasajera, nos advierte Louis Menand, en el The New Yorker, haciendo la salvedad de que sólo en un caso la depresión no es prescrita: el duelo. Y es en ese punto donde tiene sentido su otra advertencia, en la que destaca que la industria ve, en un mundo de infelicidad, una posibilidad para hacer dinero.

Zygmut Bauman habla de este gran negocio, sostiene que es imposible medir con exactitud el enorme y creciente papel que juega en el crecimiento del PIB el estrés emanado de las preocupaciones que consumen nuestras vidas. Y las estadísticas lo respaldan, entre 1988 y 2000 el consumo de antidepresivos se incremento el triple, IMS Health, compañía que reúne datos sobre el cuidado de la salud, reportó que en 2008 en Estados Unidos unas ciento sesenta y cuatro millones de prescripciones fueron hechas por antidepresivos, y las ventas alcanzaron un total de $9.6 billones.

Colombia no es ajena a esas estadísticas, y pese a que el reporte dado por el Estudio Nacional de Salud Mental, realizado por el Ministerio de Salud, es de hace siete años, permite ver que la tendencia no es muy diferente. El estudio mostró que alrededor de 8 de cada 20 colombianos, 3 de cada 20 y 1 de cada 14 presentaron trastornos psiquiátricos alguna vez en la vida, en los últimos 12 meses y en los últimos 30 días, respectivamente. Los trastornos más frecuentemente reportados alguna vez en la vida fueron los de ansiedad (19,3%), seguido por los trastornos del estado de ánimo (15,0%) y los trastornos por uso de sustancias (10,6%). El 4,9% de la población estudiada intentó suicidarse alguna vez en la vida y el 1,3% lo había intentado en los últimos treinta días.

No es extraño preguntarnos, entonces, por qué durante años el PIB ha sido el índice utilizado para determinar si los habitantes de un país gozan de una buena calidad de vida. El crecimiento en este índice implica, palabras más palabras menos, gastar más dinero y parece ser que a muy pocos les interesa en que se ha gastado ese dinero realmente.

Sapolsky destaca como un agente primordial en la generación de estrés la forma en que sentimos que encajamos en la sociedad o el lugar que creemos ocupar en ella. Es de esa manera que ha descubierto que la pobreza es más estresante cuando está rodeada de abundancia. Afirma él que Nada es más corrosivo que estar rodeados de recordatorios de que la vida no nos trata tan bien como a otros. La mala salud no es cuestión de sentirnos pobres, sino de que nos hagan sentir pobres. Pero no debemos preocuparnos, para eso también parece haber una solución.

Carlos Andrés Salazar Martínez

03 noviembre 2010

Lectores y Criminales




La relación entre los lectores y los escritores puede compararse fácilmente con la muy estrecha afinidad que existe entre la víctima y un delincuente. Sin embargo, intentaré hablar, aunque me castiguen, de aquellas que, quizás, no son tan evidentes.

Más vale decir que no haré honor a la muy repetida analogía hecha entre el poder de la pluma sobre la espada. Analogía repetida una y otra vez a lo largo de la historia, y que puede rastrearse desde mucho antes del curioso discurso que hizo don Quijote de las armas y las letras hasta la fabulosa demostración del poder que tiene una pluma estilográfica, en caso de algún peligro, puesta en escena por Steven Spielberg en Indiana Jones y la última cruzada. Y en fin…

Primero que todo, entonces, se me ocurre que el número de escritores nunca debe llegar a ser igual o superior al número de lectores, pues, la cantidad de muertos no dejaría tiempo para que los lectores y hasta los que no lo son, recogieran con sus palas tanta escoria. Basura en proporciones tan elevadas que no podríamos hallar entre ella todo lo digno de ser contado y aun que no lo fuera, fue contado de manera memorable. En medio de esa gran inequidad existirían tantos crímenes sangrientos y faltos de sentido que no nos permitirían hallar los casos dignos de elogio, aquellos adornados por un sublime sentimiento y la capacidad de ser malo hasta el rigor.

Los pocos lectores estaríamos desconcertados. No dejaríamos de preguntarnos por lo que hacemos y para que lo hacemos. Ninguna base de datos sería suficientemente inteligente para ordenar semejante cantidad de casos. Podríamos ser conquistados por una insaciable gula.

Reconozco que todo escritor así como todo delincuente, ha sido en su vida un ávido lector y una sufrida víctima, muchos de ellos de no haber sido víctimas, estoy seguro, se hubieran entregado por completo a la lectura. Para continuar, imposible dejarlo allí, puedo proponerles la relación inversa, pues, me siento con derecho suficiente, además, para afirmar que toda víctima es a su vez un reservado escritor y un cauteloso criminal, muchos de ellos de no haber fallado en su propósito delictivo serían, de hecho, sencillos escribas.

En segundo lugar, podría considerarse, también, que si eres asesino o ladrón meticuloso, limpio, sería difícil ser atrapado por un criminal con características similares. Si no alcanzas a sospecharlo antes de que suceda, por lo menos rastrearías en la escena del crimen todo aquello que revelaría las verdaderas capacidades de quien intenta cautivarte. Es por ello que nos vemos motivados a enfrentar nuevos peligros y ser testigos de otros prodigios.

En el mundo existen lectores todo terreno que van por los libros como si de ciclo montañismo se tratara, son ellos los encargados de encadenar los mensajes de poner en evidencia los cabos sueltos de uno y las pesquisas del otro. No padecen del síndrome de Estocolmo por un autor particular y su versatilidad, he ahí su valor, radica en atar las pistas que dejan tras de sí los diferentes géneros. Todo esto muchas veces sin preconcebirlo, sin planearlo.

Y al igual que con los lectores que acabamos de poner en evidencia hay escritores que tras planear, prever y hallar un estilo o una historia son capaces de abandonar todo lo hecho a su suerte y hasta contradecirse para enfrentarse a nuevos retos, y construir nuevas hazañas. Son esos los maestros entre los criminales, aquellos para quienes no es permitido dejar cabos sueltos y mucho menos hacer expedito su rastro.

Por último, quisiera afiliarme a la reiterada lucha de Walter Benjamín por rescatar al hombre contemporáneo de su incompetencia para narrar sus experiencias. ¿Quién encuentra hoy gentes capaces de narrar como es debido?. Y es que al igual que hay una escases de criminales incapaces de hacerse invisibles, en parte, gracias a los avances tecnológicos de quienes no les dan tregua, hay una ausencia sentida de narradores memorables, capaces de esconder entre los renglones las costuras y cautivar a sus víctimas con sus ideas.

Carlos Andrés Salazar Martínez
Imagen por LeJimmi


20 septiembre 2010

Palabra de loro


En medio de sus viajes por la América salvaje, el explorador alemán Alexander von Humboldt se encontró con un loro, el último sobreviviente del grupo indígena atur, cuyo lugar de asentamiento era San José de Maypure.

Llegando a la región Humboldt escuchó los testimonios de algunos de los habitantes de la región según los cuales los atures habían sido atacados hasta su extinción por los caribes. Sin embargo, en medio de la desoladora noticia apareció un loro que pronunciaba palabras desconocidas a sus captores. Palabras que enseñó a él uno de los últimos atures y que desvelarían hasta el desasosiego a Humbolt.

Hace sólo una semana fue capturado en un operativo otro loro. Un loro que, pese a pronunciar palabras en un fluido español, es acusado de colaborar con los grupos delincuenciales de la ciudad de Barranquilla, al servirles de campana.

Según los reportes el loro anuncia la presencia de la policía repitiendo una y otra vez “corre, corre que te coge el gato. Miau, miau”. Pero, ¿qué seguridad puede tenerse de que su pregón está relacionado con la presencia de la policía? Más plausible parece la última declaración de quién dice ser su dueño, según él su mascota había sido entrenada para alertarle la posible llegada de ladrones a su refugio, el asegura que el lugar en el que se realizó la redada – y por la cantidad de armas parece ser más que cierto – no es un sitio muy seguro y la única forma que encontró para defenderse de posibles peligros fue confiar a su loro esa responsabilidad.

Seamos honestos, ¿Existe en el mundo un narcotraficante de bajo perfil con la suficiente paciencia para entrenar un loro en el arte de alertar peligros? No es más fácil comprar un sistema de vigilancia con circuito cerrado de televisión.

Más honesto es pensar que un señor con el suficiente temor y la paciencia necesaria se tomó el tiempo para enseñar a un loro a decir gato en vez de ladrón.

A Humboldt le tomó más tiempo del que creeríamos necesario catalogar 40 palabras del loro atur para dejar testimonio del último vestigio de una lengua extinta. Esperemos que no sea tan intrincado encontrar sentido a las palabras de un loro que habla nuestro mismo idioma.

Carlos Andrés Salazar Martínez

12 septiembre 2010

Circunstancias

89-91, aún faltan 3 segundos en el reloj, tiempo suficiente para hacer un pasé, afinar la puntería y lanzar desde la línea de tres buscando el triunfo.

Aun me falta dinero para el arriendo, el mercado, las matrículas y los intereses de tantos prestamos.

Ayer un amigo me dijo que es de valientes asumir riesgos, que si yo quería él estaría trabajando frente al banco.

Y es que como dice Faulkner el hombre es circunstancia, pero si bien es circunstancia también es decisión. Y es esa capacidad de decidir, la que se encuentra en armonía con los principios en los que fuimos educados, o por los que nos hallamos rodeados, la que determina el curso de nuestro destino. Y ahí siempre, la posibilidad de ser villano o héroe gracias al enfrentamiento continuo en el que nos encontramos por las circunstancias y nuestras decisiones.

Dios no juega a los dados con el universo, decía Einstein y que la historia del universo es la escritura que produce un dios subalterno para entenderse con un demonio, decía Borges; frases sin resolver que aguardan la respuesta que produzca el enfrentamiento entre deterministas e indeterministas; y en fin, lo que sí me niego a creer es que en toda esa línea circunstancial nuestras decisiones no corrijan el rumbo. Todo eso sin considerar que presas de algún encantamiento como sucede en tantas tragedias o Sueño de una Noche de Verano seamos víctimas de los designios o pócimas de algún dios, serafín, Cupido o duende caprichoso.

Soy partidario de que las circunstancias moldean nuestra capacidad para tomar decisiones acertadas, y es mientras recorremos el camino que nuestro carácter se define. Prudencia, Justicia, Templanza, Fortaleza.

Y sin importar quién eres, ahí están las oportunidades. Al igual que para todo superhéroe abundaran los villanos y las razones para no continuar. Por más malevo o adverso que sea el enemigo sacar la casta es necesario para no dejarse abatir. No debemos olvidar que un gran poder conlleva una gran responsabilidad y esa responsabilidad es considerar todas las consecuencias, en especial las que afectan a nuestros semejantes.

Igual que sucede con Batman (Ejemplo que pongo por el muy buen trabajo de los hermanos Nolan) un ser puede ser víctima de aquello que le impone el destino y para Bruce Wayne que mejor que enemigos igual de locos y fanáticos a él. Y en esa última película nada más evidente que la necesidad de todo héroe por un villano de su altura y de un hombre como circunstancia.

Y es que al igual que la oscuridad es la ausencia de luz la maldad es la carencia de bondad; es necesario que surjan para cada uno de nosotros aquellos opuestos de los que tanto necesitamos para forjar al ritmo de las circunstancias aquello que nos define.


Carlos Andrés Salazar Martínez

07 agosto 2010

Cosmos/Redes




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Con beneplácito recuerdo una visión que tengo de mí. La imagen es de un niño gordo, sentado en el piso con su cabeza inclinada hacia atrás viendo absorto las ráfagas de luz que producía la televisión.
Lo más gracioso es que yo sé que programa está viendo, y no son caricaturas, ni ninguna novela criolla. Es, tal vez, el mejor de los programas, 'Cosmos' de Carl Sagan. Fue su programa y luego su libro lo que mantuvo vivo en ese niño la capacidad de asombro, y en realidad junto a los libros de Tintín, es lo que hizo de él un apasionado por la información.
Lo que me trae aquí es la imagen y es que en los últimos meses se ha hecho recurrente debido a que encontré un programa similar, igual de fascinante, con otro formato y un apasionado por los mismos temas. Un fiel reflejo del placer por descubrir y la importancia de divulgarlo. Eduard Punset y su programa 'Redes' nos lleva por el mundo de las ciencias que apropiándose de los avances tecnológicos van un poco más allá de lo que alcanzaba a dilucidar Sagan. Entre todas ellas destaca la neurobiología, una ciencia que gobierna el siglo que apenas comienza, y logra poner a su servicio muchos otros campos de interés académico.
Al igual que Cosmos este programa puede regodearse de tener una coherencia absoluta con aquello que gobierna el sentir general de la ciencia.
Valioso es ver a este nuevo divulgador intentar, al igual que Sagan y tal vez con mayor facilidad, exponer todas aquellas teorías científicas a través de situaciones cotidianas y de atreverse así con temas tan complicados como son el amor y la felicidad, dando un valor adicional a experimentos y resultados que ponen en consideración sus invitados. Las analogías suelen ser de una certeza tal que muchos de ellos terminan complacidos al ver que por fin alguien los ha comprendido. Aún me falta mucho por descubrir alrededor de este, para mi nuevo, científico.
Pero ya son muchas las reflexiones y nuevas teorías que han dejado inquieto mi pensamiento. Una de ellas es que si queremos vivir más tiempo o al menos sentir que el tiempo transcurre con mayor lentitud debemos procurar hacer muchas cosas por primera vez. La otra es que con respecto al estrés la diferencia entre las cebras y nosotros es que las cebras necesitan ver el león para estresarse a nosotros nos basta con imaginarlo.

Carlos Andrés Salazar Martínez

07 julio 2010

Loa al deporte



El placer de la victoria y la capacidad de fabricar con cada triunfo y cada derrota un recuerdo y una enseñanza, es una de las virtudes del deporte.

El deporte también me mantiene vivo, es otra de las cosas que no me puedo dar el lujo de perder, he escuchado decir a varias personas que es una mala mezcla practicar algún deporte mientras que se ejerce algún tipo de arte. Muestra de ello es el estereotipo que nos han heredado del artista sedentario que ve como se consumen las horas frente a su escritorio. Y de hecho puede ser cierto, he sentido como se me va la energía luego de una jornada extenuante pero al igual que con el arte, para mí, no hay algo que genere una recompensa tan gratificante.

Con el deporte se emprenden las batallas que deben ser enfrentadas antes de entregarse a la vida. Mientras que el arte está ahí para complementar ese dominio completo del entorno.

Lo más crítico para aquellos que censuran la situación es que terminan siendo personas que pueden alcanzar el universo a través de la memoria pero para las que es imposible lograrlo a través del mundo físico. Con el deporte he complementado mi vida, el trabajo en equipo se hace algo vital, la camaradería esta al orden del día. Como es dicho al final de la película “The black hawk fall” es eso precisamente lo que te empuja a la guerra, no abandonar a tu compañero.

Yo he sentido el calor en las manos mientras perdemos, he sentido un fuego intenso en mi piel cuando ganamos. Un individuo como parte de un todo, unido al mundo por la pasión, por un compromiso común a todos los intereses, la victoria.

El apoyo, la admiración, el respeto, los límites, el cansancio extremo, el dolor en las entrañas, la satisfacción, aun después de la derrota, por haber cumplido, por no renunciar todavía, por continuar con vida. Son cosas de las que me gustaría escribir algún día. ¿Y el contrincante? El contrincante que me espere porque mañana voy a ganarle.

En un partido la voz de aliento y la rabia, el sudor, la frustración y la armonía son posibles. Un solo objetivo, una sola misión y el mundo que se espere mientras lo olvido.

He de agradecer que puedo correr, puedo saltar, puedo sentir agotamiento, puedo dejar mi mente en blanco y puedo volar. Quien ha sentido mientras ve pasar la hierba por debajo de su cuerpo que existe la posibilidad remota de alcanzar un disco y no regresar. Porque eso sí… Ultimate es el deporte que practico.

Gracias por el dolor. Gracias a los contradictores. Yo seguiré en la vida, como muchos otros antes, jugando y escribiendo. Sintiendo como mis piernas intentan salir de sí mientras escribo aquello que me inspira la vida.

Bueno y nada mejor que traer a colación las frases que desde la disciplinada vida de uno de los maestros de las artes marciales nos llegan.

"Los obstáculos residen dentro de nosotros mismos, no en el agresor. El individuo está más limitado por sus propios prejuicios e ideas preconcebidas, que por la agresión del adversario, de este modo el Tao habla de prescindir de la propia forma, y buscar una flexibilidad (física y mental) tal que haga imposible la rotura." Bruce Lee

"Yo no represento un estilo sino todos los estilos. Ustedes no saben lo que yo estoy a punto de hacer, pero yo tampoco lo sé. Mi movimiento es el resultado del vuestro y mi técnica es el resultado de vuestra técnica". Bruce Lee