03 noviembre 2010

Lectores y Criminales




La relación entre los lectores y los escritores puede compararse fácilmente con la muy estrecha afinidad que existe entre la víctima y un delincuente. Sin embargo, intentaré hablar, aunque me castiguen, de aquellas que, quizás, no son tan evidentes.

Más vale decir que no haré honor a la muy repetida analogía hecha entre el poder de la pluma sobre la espada. Analogía repetida una y otra vez a lo largo de la historia, y que puede rastrearse desde mucho antes del curioso discurso que hizo don Quijote de las armas y las letras hasta la fabulosa demostración del poder que tiene una pluma estilográfica, en caso de algún peligro, puesta en escena por Steven Spielberg en Indiana Jones y la última cruzada. Y en fin…

Primero que todo, entonces, se me ocurre que el número de escritores nunca debe llegar a ser igual o superior al número de lectores, pues, la cantidad de muertos no dejaría tiempo para que los lectores y hasta los que no lo son, recogieran con sus palas tanta escoria. Basura en proporciones tan elevadas que no podríamos hallar entre ella todo lo digno de ser contado y aun que no lo fuera, fue contado de manera memorable. En medio de esa gran inequidad existirían tantos crímenes sangrientos y faltos de sentido que no nos permitirían hallar los casos dignos de elogio, aquellos adornados por un sublime sentimiento y la capacidad de ser malo hasta el rigor.

Los pocos lectores estaríamos desconcertados. No dejaríamos de preguntarnos por lo que hacemos y para que lo hacemos. Ninguna base de datos sería suficientemente inteligente para ordenar semejante cantidad de casos. Podríamos ser conquistados por una insaciable gula.

Reconozco que todo escritor así como todo delincuente, ha sido en su vida un ávido lector y una sufrida víctima, muchos de ellos de no haber sido víctimas, estoy seguro, se hubieran entregado por completo a la lectura. Para continuar, imposible dejarlo allí, puedo proponerles la relación inversa, pues, me siento con derecho suficiente, además, para afirmar que toda víctima es a su vez un reservado escritor y un cauteloso criminal, muchos de ellos de no haber fallado en su propósito delictivo serían, de hecho, sencillos escribas.

En segundo lugar, podría considerarse, también, que si eres asesino o ladrón meticuloso, limpio, sería difícil ser atrapado por un criminal con características similares. Si no alcanzas a sospecharlo antes de que suceda, por lo menos rastrearías en la escena del crimen todo aquello que revelaría las verdaderas capacidades de quien intenta cautivarte. Es por ello que nos vemos motivados a enfrentar nuevos peligros y ser testigos de otros prodigios.

En el mundo existen lectores todo terreno que van por los libros como si de ciclo montañismo se tratara, son ellos los encargados de encadenar los mensajes de poner en evidencia los cabos sueltos de uno y las pesquisas del otro. No padecen del síndrome de Estocolmo por un autor particular y su versatilidad, he ahí su valor, radica en atar las pistas que dejan tras de sí los diferentes géneros. Todo esto muchas veces sin preconcebirlo, sin planearlo.

Y al igual que con los lectores que acabamos de poner en evidencia hay escritores que tras planear, prever y hallar un estilo o una historia son capaces de abandonar todo lo hecho a su suerte y hasta contradecirse para enfrentarse a nuevos retos, y construir nuevas hazañas. Son esos los maestros entre los criminales, aquellos para quienes no es permitido dejar cabos sueltos y mucho menos hacer expedito su rastro.

Por último, quisiera afiliarme a la reiterada lucha de Walter Benjamín por rescatar al hombre contemporáneo de su incompetencia para narrar sus experiencias. ¿Quién encuentra hoy gentes capaces de narrar como es debido?. Y es que al igual que hay una escases de criminales incapaces de hacerse invisibles, en parte, gracias a los avances tecnológicos de quienes no les dan tregua, hay una ausencia sentida de narradores memorables, capaces de esconder entre los renglones las costuras y cautivar a sus víctimas con sus ideas.

Carlos Andrés Salazar Martínez
Imagen por LeJimmi


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