20 septiembre 2010

Palabra de loro


En medio de sus viajes por la América salvaje, el explorador alemán Alexander von Humboldt se encontró con un loro, el último sobreviviente del grupo indígena atur, cuyo lugar de asentamiento era San José de Maypure.

Llegando a la región Humboldt escuchó los testimonios de algunos de los habitantes de la región según los cuales los atures habían sido atacados hasta su extinción por los caribes. Sin embargo, en medio de la desoladora noticia apareció un loro que pronunciaba palabras desconocidas a sus captores. Palabras que enseñó a él uno de los últimos atures y que desvelarían hasta el desasosiego a Humbolt.

Hace sólo una semana fue capturado en un operativo otro loro. Un loro que, pese a pronunciar palabras en un fluido español, es acusado de colaborar con los grupos delincuenciales de la ciudad de Barranquilla, al servirles de campana.

Según los reportes el loro anuncia la presencia de la policía repitiendo una y otra vez “corre, corre que te coge el gato. Miau, miau”. Pero, ¿qué seguridad puede tenerse de que su pregón está relacionado con la presencia de la policía? Más plausible parece la última declaración de quién dice ser su dueño, según él su mascota había sido entrenada para alertarle la posible llegada de ladrones a su refugio, el asegura que el lugar en el que se realizó la redada – y por la cantidad de armas parece ser más que cierto – no es un sitio muy seguro y la única forma que encontró para defenderse de posibles peligros fue confiar a su loro esa responsabilidad.

Seamos honestos, ¿Existe en el mundo un narcotraficante de bajo perfil con la suficiente paciencia para entrenar un loro en el arte de alertar peligros? No es más fácil comprar un sistema de vigilancia con circuito cerrado de televisión.

Más honesto es pensar que un señor con el suficiente temor y la paciencia necesaria se tomó el tiempo para enseñar a un loro a decir gato en vez de ladrón.

A Humboldt le tomó más tiempo del que creeríamos necesario catalogar 40 palabras del loro atur para dejar testimonio del último vestigio de una lengua extinta. Esperemos que no sea tan intrincado encontrar sentido a las palabras de un loro que habla nuestro mismo idioma.

Carlos Andrés Salazar Martínez

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