19 abril 2009

El Tiempo

El Tiempo
y el efecto de reminiscencia


Un ensayo sobre el paso de los
días, también sobre la memoria
y el acontecimiento.


Cada vez toman más fuerza las áreas del conocimiento que estudian "el profuso horrido abismo donde se anudan serpentinos los sesos". Pues bien, para cada uno de esos descubrimientos existiría la posibilidad no sólo de alimentar la memoria completa que me ceden para mí e-mail sino también de alimentar los 500 a 1000 billones de bytes que producen las conexiones de las también incontables neuronas que posee nuestro cerebro. Las zonas que nos permiten sentir, pensar, movernos tal y como lo hacemos, enfrentar situaciones inesperadas, almacenar información y transportarla ya han sido claramente identificadas. Pero en un lugar tan intrincado como el que flota sobre nuestra espina dorsal es mucho lo que falta aún por descubrir.

Sin embargo, lo que sabemos hasta ahora nos da suficientes luces para comprender algunas de las cosas que acontecen de manera cotidiana y la relación que tiene el cerebro con nuestra manera de interpretarlas. Mucho hay alrededor de este tema que me sorprende, la justificación acerca de lo valioso que es no tener la capacidad de recordarlo todo, la manera en que nuestro cerebro ha evolucionado desde ser una amígdala dueña de nuestras reacciones más instintivas a ser un complejo tridente capaz de permitirnos generar pensamiento, en el que las emociones terminan dominando nuestra capacidad de concluir y tomar decisiones, y en el que la imaginación nubla la percepción de lo que es real. Todos ellos temas más que interesantes para los cuales sería posible establecer un tratado igual de significativo que cualquier búsqueda desesperada. Y entre todos ellos hay uno que me atrae de manera irremediable y es aquel que intenta establecer la relación del transcurrir del tiempo y la manera en que lo interpreta nuestro cerebro y es capaz de transformarlo (si cabe decirlo).

Douwe Draaisma nos habla del efecto de reminiscencia como aquel que nos permite recordar acontecimientos de manera inconsciente y está estrechamente relacionado con el que percibamos que el tiempo transcurre de manera rápida o lenta y con que algunas personas digan en el mes de Noviembre o Diciembre que el año paso como el viento. Para entrar en materia, el almacenamiento inconsciente de recuerdos en nuestro cerebro permite tener referencias exactas que marcan puntos o momentos en la línea del tiempo. Eso quiere decir que mientras más recuerdos tengamos es posible hacer una trazo más continuo sobre esa línea; y mientras menores sean los recuerdos mayor espacio va a haber entre los puntos, lo que producirá la impresión de que el tiempo ha pasado velozmente.

Pero ¿Cómo hacer que se anclen a nuestra memoria más recuerdos? o ¿Porqué, por lo general, los años son más largos en la niñez y la adolescencia y más cortos durante la vida adulta? La respuesta es simple, pero prometedora, la clave esta en todo aquello que sucede por primera vez. De manera escalofriante Hannibal Lecter anuncia que "las cicatrices nos recuerdan que el pasado fue real" y es así como cada recuerdo de una situación prístina es una cicatriz profunda que en nuestra memoria hace las veces de una capsula de tiempo.

Las jornadas laborales y su monotonía hacen que la vida pase de manera apresurada y solo sea cierto aquello que sucede cada 5 noches, es por eso recomendable y cito textualmente un fragmento de la entrevista que Draaisma concedió a Eduard Punset.

Eduard Punset:
Si lo que dices es verdad… probablemente deberíamos aconsejar a las personas mayores que llenaran sus días de acontecimientos…
Douwe Draaisma:
Eso es
Eduard Punset:
Y emociones… ¿verdad?
Douwe Draaisma:
Que viajen, quizá. O tengan nuevas aficiones. Lo importante es tener nuevas impresiones, porque eso generará nuevos recuerdos, nuevas experiencias… ¡y ralentizará la velocidad subjetiva del tiempo!



Autor: Carlos Andrés Salazar Martínez
Publicado: Generación, Suplemento Dominical de El Colombiano
Fecha: 4 de Enero de 2009

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