04 abril 2009

Fonseca

HBO produjo una serie a la que puso por nombre Mandrake, en sus comerciales promocionales anunciaba que en Río de Janeiro un distinguido y galante investigador privado hacia frente a los casos que en la convulsiva ciudad de la Samba se le presentaban. Siempre me llamó la atención el nombre de la serie y el hecho de que fuera rodada en un lugar tan alejado de los grandes estudios. Luego de mucho pensar al respecto y no haber hecho nada por resolver las dudas llego a mis manos un libro de Rubem Fonseca: autor brasileño, creador de una serie de novelas en las que se habla de un investigador privado o abogado criminalista que tiene por nombre Mandrake. El nombre del libro es Y de este mundo prostituto y vano sólo quise un cigarro entre mi mano, una novela corta que guarda tras la trama del caso, que esta vez ocupa a Mandrake, reflexiones de suma importancia y con las que me siento profundamente identificado. No deja de estar atravesado el texto por sentencias con respecto al placer de fumar, un gusto que no poseo; pero también están en él frases que se hacen agua en la boca sobre las mujeres y sobre el arte de escribir.

Una de las mejores maneras de romper con la rutina son las mujeres, o quién no cree que no hay instante, por vertiginoso que sea, en el que no valga la pena tomarse un descanso para ver pasar a una chica. “Sólo cuando una mujer se mueve podemos apreciar su simetría, la medida –lo bello, lo perfecto, lo suficiente-, tal como aparece mencionado en el diálogo de Sócrates y Protarco, en el Filebo, de Platón”. "Mi pasión es la mujer. Cuando voy por la calle encuentro siempre mujeres que me atraen sexualmente. Siempre... Mi fascinación por las mujeres es tanta que siento ganas de gritar, y me detengo, y las miro cuando pasan frente a mí, y siento una emoción igual a la que me regala la lectura de ciertos poemas". Muchas de las cosas que muy seguramente me estaban destinadas escribir las encontré al ver pasar la historia.

“Mas en el núcleo de toda belleza existe algo inhumano, eso es de Camus, y a largo plazo la belleza cansa más que la fealdad. En el único ensayo que escribí sobre la belleza analicé la afirmación sádica de Bataille de que la belleza sólo es deseada por la alegría que causa al ser profanada”. El libro destaca por ser la obra de un escritor maduro cuyo mayor deseo es revelar aquello que aprendió de la vida y exorcizar uno que otro demonio o confesar algún pecado: “Los hombres son unas mierdas. Superan con creces todos los defectos que atribuyen ellos a las mujeres: vanidad, futilidad, consumismo, emotividad, volubilidad, puerilidad. Y, además, son feos.”

En cuanto a mí, creo que me gustaba tanto leer que casi fatalmente llegué a la escritura. En realidad, todo lector reescribe el libro que lee durante el proceso de lectura. Pero creo que mi impulso por escribir tiene algo que ver con la pasión que me inspiran las mujeres. Y debería aclarar que lo anterior lo puse sin comillas porque en realidad es tan mío como de Rubem.

Para todo en nuestra vida, ellas. Y es que como dice Carlos Vives: "Dios se encuentra en un cuerpo de mujer que nos hace decir su nombre". Yo, entre tanto, esperaré ansioso encontrarme con otro libro de este hermano brasileño que como consejo final sentencia que debemos acercarnos a la literatura prescindiendo totalmente de quien la escribe.
Carlos Andrés Salazar Martínez

0 comentarios:

Publicar un comentario