07 febrero 2009

Reflejo Ausente


Muchos son los temas de los que me falta hacer una reflexión profunda, en especial aquellas inesperadas y cálidas sorpresas que surgieron de los viajes por el Chocó, el Uraba y la Costa Atlántica. Es ahora que me dispongo a hacer un pequeño comentario sobre uno de ellos.

En ese entonces una de las cosas que más me sorprendía de los viajes era que para mí había una ausencia total de los espejos, era grande el impacto, debido a que no sabía lo grato que era disfrutar de su inexistencia y en cierta forma me sentí cerca de descubrir el porqué la gran fobia que profesaba Borges por ellos. "Los espejos y la copulación son abominables pues multiplican y divulgan la ilusión que es el universo".

Los días que pasaban mientras mi cama estaba cerca de ser consumida por la selva y correr el peligro de convertirse en un recuerdo, eran días en el que me permitía el olvido físico. Es algo indescriptible. En la selva sólo era yo, era mi interior, si bien es cierto estaba el cansancio, las heridas, las ronchas, el dolor, todo eran sensaciones que en última instancia estaban ahí por mi mente, mi espíritu o mi voluntad.

Libre de las cadenas a las que se somete todo ser humano con la primera mirada al espejo en el amanecer de todos los días me permitía andar sin la pesada carga de tener que ocultar los errores externos y a la vez estar lejos del sometimiento que ellos producen. Debo aceptar que suena un poco ridículo que un hombre hable de estas cosas, pero cuanto me gustaría que no sólo yo sino también muchas de las mujeres, y uno que otro metrosexual, tuvieran la valentía de asumir el reto.

Los primeros días, no era consciente de la ausencia de mi reflejo, pero sí esperaba la cara de aprobación o desaprobación que muestra el rostro de algún semejante al notar alguna deformación o anomalía. Lo increíble es que en el Chocó pasaron los días e incluso olvide que existía algo como la aceptación o el reproche. En el Chocó todos los actos son por defecto honorables y es por eso que no existe un antónimo para algo que ocurre y no dejará de ocurrir, la aprobación. Eso sí, aclarando que de los únicos que ellos reciben desaprobaciones es de nosotros, los del interior.

Si la soledad no es más que la ausencia de las miradas como afirma Kundera, es decir, ese alguien que yo reconozco que me está viendo y que por tanto soy presencia para él y me lo hace manifiesto con su mirada. Antes de formular la pregunta definitiva debo recordarles que si Narciso no hubiera tenido la oportunidad de ver su estampa en aquel mítico estanque nunca se hubiera enamorado, hasta la perdición, de sí mismo. ¿Qué es, entonces, la ausencia del reflejo propio? Es, simplemente, la libertad que se encuentra lejos de alcanzarse con los grilletes que impone el mundo físico. Es descubrir que podemos ser pura mente.


CARLOS ANDRÉS SALAZAR MARTÍNEZ

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