Nunca creí que el texto, producto de tantas vueltas que he dado acerca del qué se puede decir de nuevo acerca de una persona como Steve Jobs, sería póstumo. No han pasado más de seis horas desde que la empresa que fundó, en compañía de Stephen Wozniak, anunció su muerte y estoy seguro, ahora, más que nunca, que no habrá nada nuevo que decir acerca de él. Mañana hasta el más humilde dueño de un iPod sabrá quién fue el encargado de hacer de la tecnología una extensión de nuestro cuerpo.
Gestor de algunos de los objetos que son ya habituales para nosotros como el computador personal o el mouse, Jobs pareció haber asimilado de manera especial las recomendaciones hechas por Baudrillard en libros como De la seducción o el Sistema de los objetos. Podría atreverse uno a pensar que más allá de cualquier otro texto, eran estos sus libros de cabecera. Al leerlos, ideas como que la integración definitiva de los objetos debería ser con el hombre o que la seducción es más fuerte que el poder, me hacían recordar que tan equivocados están todos aquellos que pretenden, con sus anticuadas teorías administrativas, ser Steve Jobs.
Mientras aquellos que pretenden emularlo se desgastan creyendo que la innovación es forzar, hacia la eficiencia y las ganancias, la evolución de la tecnología, Jobs supo hacerlo con una naturalidad difícil de alcanzar. Pero no sólo eso, dentro de sus muchos logros está el haber rescatado de la quiebra una empresa como Apple. Una empresa a la que regresó luego de maravillarnos con películas que cambiaron nuestra forma de ver el cine animado. Pero, como ya se los dije, mañana muy seguramente todo esto lo verá cualquier transeúnte desprevenido en su iPhone.
Y bueno, a decir verdad, sí hay algo nuevo que puede saberse mañana, a parte del nuevo valor de la acción de la compañía de la manzana… Mañana comprobaremos de qué magnitud puede llegar a ser la resonancia de un sólo hombre en el mundo moderno.
Seguramente el que pase sus dedos por la pantalla de su iPad a partir de hoy entenderá lo que está haciendo.
Carlos Andrés Salazar Martínez
Gestor de algunos de los objetos que son ya habituales para nosotros como el computador personal o el mouse, Jobs pareció haber asimilado de manera especial las recomendaciones hechas por Baudrillard en libros como De la seducción o el Sistema de los objetos. Podría atreverse uno a pensar que más allá de cualquier otro texto, eran estos sus libros de cabecera. Al leerlos, ideas como que la integración definitiva de los objetos debería ser con el hombre o que la seducción es más fuerte que el poder, me hacían recordar que tan equivocados están todos aquellos que pretenden, con sus anticuadas teorías administrativas, ser Steve Jobs.
Mientras aquellos que pretenden emularlo se desgastan creyendo que la innovación es forzar, hacia la eficiencia y las ganancias, la evolución de la tecnología, Jobs supo hacerlo con una naturalidad difícil de alcanzar. Pero no sólo eso, dentro de sus muchos logros está el haber rescatado de la quiebra una empresa como Apple. Una empresa a la que regresó luego de maravillarnos con películas que cambiaron nuestra forma de ver el cine animado. Pero, como ya se los dije, mañana muy seguramente todo esto lo verá cualquier transeúnte desprevenido en su iPhone.
Y bueno, a decir verdad, sí hay algo nuevo que puede saberse mañana, a parte del nuevo valor de la acción de la compañía de la manzana… Mañana comprobaremos de qué magnitud puede llegar a ser la resonancia de un sólo hombre en el mundo moderno.
Seguramente el que pase sus dedos por la pantalla de su iPad a partir de hoy entenderá lo que está haciendo.
Carlos Andrés Salazar Martínez
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