09 septiembre 2011

Y para saberse lindo: la neurología cosmética


Han sido necesarias todas las vueltas y justificaciones que ha dado por años la neurobiología, para hablar ahora de un tema que más que fascinante será controversial. La ‘neurología cosmética’ (término acuñado en 2004 por el científico indio Anjan Chatterjee) se erige hoy como respuesta a una de esas grandes cuestiones que parecen estar por ser resueltas. Teniendo claro que la belleza exterior se encuentra al alcance del más feo o, para decirlo como corresponde, el más asimétrico de los seres anormales, podemos hablar ahora de que algún día será más que probable hacer inteligente al menos capaz. Sin embargo, debe tenerse en claro que en el caso del ‘maquillaje neurológico’ no se puede estar, por el momento, al otro lado del espectro.
No es que sea tampoco nada nuevo, de la misma forma que antes era posible adornarse hasta el extremo o ceñirse una faja hasta el umbral de lo posible, también lo era recurrir a plantas, hongos o sustancias químicas que permitieran, no ser inteligentes, pero sí, por lo menos, una explosión de los sentidos o la imaginación. Lo que ha cambiado sin duda alguna son los procedimientos y su efectividad. Aunque la cirugía estética va unos pasos adelante lo que se tiene por el momento en el orden de lo neuronal es el inicio de algo que promete ser mucho mayor y, por tanto, la puesta en escena de una nueva encrucijada.
Hace poco la película Sin límites de Neil Burger (basada en la novela The dark fields de Alan Glynn, publicada en 2001) da una mirada a las posibles consecuencias que traería el consumir una droga que es capaz de potencializar las capacidades cognitivas de una persona. Vale la pena aclarar, en todo caso, que no todas las consecuencias tienen porque ser malas. La reflexión que se plantea es interesante y lo es aún más si se contrasta con un texto publicado en The New Yorker en 2009. En su artículo Brain Gain, Margaret Talbot enseña los resultados de una investigación que realizó en algunos de los campus universitarios más prestigiosos de los Estados Unidos y muestra hasta donde se atreven a llegar los estudiantes por responder con todas sus obligaciones y competir por las mejores notas.
Una de las alternativas señaladas por Margaret Talbot, es la que han encontrado los jóvenes universitarios en drogas como el Adderall, la Ritalina o el Piracetam; drogas que son utilizadas sin prescripción médica y que tienen un alto valor en el mercado negro. En personas normales el efecto de estás drogas es, más que hacerlos inteligentes, permitirles permanecer concentrados en sus trabajos por días o semanas completas. Ese estado de concentración absoluto hace que, por supuesto, su memoria funcione mucho mejor y relacionen ideas o conceptos a los que antes parecían no tener acceso.
Drogas como el Adderall han demostrado ser causantes de desequilibrios nerviosos, fuertes dolores de cabeza, insomnio y pérdida del apetito. Sin embargo, qué pasaría si los científicos lograrán desarrollar alguna droga, cuyos efectos secundarios no sean tan dramáticos y realmente nos hagan más inteligentes. Cómo podría ser pensado el uso de este tipo de drogas. Está, podría decirse, es la otra cara de la moneda, en el sentido de que mientras creíamos que se iban a extender por el mundo sustancias para enajenarnos, tal y como lo presagió Aldous Huxley en Un mundo feliz, hemos encontrado otras que nos permitirán encontrar los argumentos para no permitirlo.
Es probable que el consumo de las llamadas ‘smart drugs’ esté por alcanzarnos, incluso mucho más cerca de lo que nos han tocado desarrollos científicos alrededor del dopaje deportivo, por ejemplo. De ser así, esos avances necesitarán del establecimiento de nuevas normas de conducta… Aunque, a decir verdad, nadie ha visto jamás con malos ojos el tomarse un café en la mañana para procurar mantenerse activo.
Carlos Andrés Salazar Martínez
Imagen: The New Yorker (http://www.newyorker.com/reporting/2009/04/27/090427fa_fact_talbot?mbid=social_retweet)

1 comentarios:

erodas dijo...

Hey Gordo, increíble tu nivel de análisis!
Un abrazo, que buen artículo!

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