Representantes de un sector intelectual de Colombia han inscrito por estos días, en distintos medios, el deseo vehemente de que Mockus y Fajardo hagan sustancia de sus movimientos bajo las capitales posibilidades de consolidar una fuerza desde el centro de la democracia para acceder al poder.
Lo que a mi juicio es síntomas importantes del deseo de que nuestra Colombia salga del atolladero tercermundista, tal cual lo ha logrado Brasil y Chile, superando de manera responsable y no retórica los índices de desempleo, de corrupción, y de inequidad.
Lo que podríamos llamar un sector inteligente de Colombia, es consciente de la oportunidad histórica de la construcción de un Proyecto Nacional, con un marco cognitivo que logre superar el estatismo rural y se involucre también con los contratiempos urbanos, por no decir globales y modernos, como quizás podríamos entender entre líneas a Faciolince. Pero también somos conscientes de las circunstancias personales y políticas de las cuales es difícil prescindir para dar vía libre a la coalición.
Fajardo aparece siempre frente a este tema; con que tiene todo un trabajo de por medio que suma dos años, de lo cual a mi parecer hace argucia frente a un trabajo que ha sido fundado sobre principios democráticos y éticos, lo cual supone una adhesión limpia y consciente de miles de colombianos que lo apoyan. Y yo me pregunto si Sergio no es consciente del legado pedagógico de su campaña el cual nos ha hecho creer que somos la esencia de la democracia, por el solo hecho de que nuestra participación política es el resultado de una construcción social orientada por principios, principios que se seguirán honrando en la coalición con el Partido Verde.
Pues como si fuera un presagio ya escribía William Ospina hace unos años:
“Pero ese país en formación aún no está integrado en un Proyecto Nacional. Sus esfuerzos crecieron aislados, y por eso la nación donde se gesta la rebelión civilizadora, llamada a cambiar por fin los protagonistas de la historia colombiana, todavía produce la sensación de ser sólo un dilatado desastre en cine mudo. Todavía ese pensamiento plural no se ha cohesionado en un lenguaje que nos permita entrar en diálogo creador unos con otros. Aún impera el lenguaje receloso, faccioso y excluyente que nos enseñaron, pero en incontables ciudadanos existe ya la semilla de esa Nueva República, unida en su complejidad étnica y cultural, y a la vez respetuosa de sus diferencias.”
Es el momento para fundar un poder sobre una sociedad idealista, no narcisista, quizás uribista, que apremian por ungir un hombre para ser honrado por semejantes, por eso mi voto hoy es para los principios y la democracia, porque la identidad nacional no se funda sólo en un hombre.
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