¿Y es que quien de nosotros no tiene un apodo?
En la actualidad hay personas para las que, sin embargo, es explícito lo que significa o por lo menos designa su nombre. Amparo de La Cruz es, por ejemplo, el nombre de una de mis abuelas. Piedad, Clemencia y Clara podrían ser otros tres ejemplos y continuando con la onda hippie podríamos mencionar a una Paloma, una Burbuja (Porque la conozco) o a un Arco Iris. Pero bueno lo que me lleva a esto es el hecho de saber que para nuestros antepasados era tan importante tener un nombre que las personas comprendieran y les diera carácter que en muchas tribus del mundo a parte de tener un nombre que identifica a alguien dentro de la sociedad o tribu que habita, también, se les asigna un nombre secreto que permite identificar el rol que desempeña cada uno dentro del universo.
A mí entretanto me llaman El Gordo, así que imaginen.
CARLOS ANDRES SALAZAR MARTINEZ
Aunque podría comenzar a clasificarse el arte de poner apodos y acomodar unos cuantos géneros que se combinen y formen nuevos, no es mi objetivo definirlos; si pretendo hablar de como ellos hacen parte de la cotidianidad y aunque no nos hemos dado cuenta son ellos los que diferencian las personas buenas de las malas.
Los apodos, alias, sobrenombres, nicknames son, para muchos, aquello que termina definiendo nuestra forma de ser para con las otras personas. Recordemos que la mayoría de nuestros nombres significan (me siento mal diciendo significaron) algo para alguna lengua ya extinta. Y es precisamente por esa pérdida, que algunos de nosotros no nos sentimos completamente identificados con nuestros nombres.
En la actualidad hay personas para las que, sin embargo, es explícito lo que significa o por lo menos designa su nombre. Amparo de La Cruz es, por ejemplo, el nombre de una de mis abuelas. Piedad, Clemencia y Clara podrían ser otros tres ejemplos y continuando con la onda hippie podríamos mencionar a una Paloma, una Burbuja (Porque la conozco) o a un Arco Iris. Pero bueno lo que me lleva a esto es el hecho de saber que para nuestros antepasados era tan importante tener un nombre que las personas comprendieran y les diera carácter que en muchas tribus del mundo a parte de tener un nombre que identifica a alguien dentro de la sociedad o tribu que habita, también, se les asigna un nombre secreto que permite identificar el rol que desempeña cada uno dentro del universo.
No dejo de maravillarme con los nombres que ponen los indígenas, nada raro sería tener un nombre como "Con Honra", "Flor de la Cordillera", "Veloz como el Viento", "Parada con Puño" o "Danza con Lobos"
Los apodos son aquello que nos permite crearnos, entonces, una identidad dentro de la sociedad y le da una especie de ritmo a nuestra forma de ser, debido a que son palabras que tienen una resonancia inmediata dentro de nuestra comprensión. Muestra de esto es incluso que el ciberespacio está plagado de lo que ahora conocemos como nicknames y no de nombres de pila.
Pero bueno, aquí va otra cosa, ¿Por qué a pesar de que todos tenemos algún sobrenombre no hay nada, para los medios de comunicación, que marque mejor la frontera entre quien es bueno y es malo, como los Alias? Para los malos alias y para los políticos títulos rimbombantes en donde debería haber uno que otro cariñito. Y en un país como el nuestro nada tan evidente. En un solo artículo de la revista Semana de no más de una página puede deleitarse nuestra imaginación al ir del Comba, al Rasguño, del Jabón, al Barnie y del Loco Barrera, al Diego Rastrojo; bueno, tal vez no deleitarse, pero si alimentar nuestros pensamientos elucubrando formas y comportamientos.
A mí entretanto me llaman El Gordo, así que imaginen.
CARLOS ANDRES SALAZAR MARTINEZ
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