Tuve la
oportunidad de trabajar en una de las 26 zonas veredales donde están las FARC,
me encontré con decenas de hijos de familias campesinas que habitaban tierras
olvidadas en humildes casas ancladas en los infinitos pliegues de estas
cordilleras.
Los
testimonios de los guerrilleros son una verdad necesaria para acercarnos a la
realidad de este país, para entender las limitaciones y errores propios de una
nación joven en un complejo territorio: extenso, diverso, rico, accidentado,
pluricultural. Entonces, la mirada centralista del Estado no alcanzó a
reconocer a quienes hijos también de estas tierras nacían con derechos.
En
conversaciones espontáneas con guerrilleros, ellos demuestran tener justas
razones para creer que están del lado correcto, con raíces de familias
endémicas que han sido condenadas a estar al margen del bienestar de esta
nación, sin la atención y la preocupación de nadie, parecen tener la certeza de
la presencia de otros, extraños en su mundo, que de manera intencional los han sumido
en la pobreza, que habían enviado su ejercito y luego a los paramilitares para
mezclarse en lugares, comunes para ellos, recónditos para los del centro, para
imponerse por medio de la fuerza; los terratenientes abusaban, las
multinacionales cercaban y desplazaban y los soldados maltrataban.
Pero
ellos, obstinados, se niegan a reconocer que en las ciudades también se tienen
razones suficientes para considerarlos enemigos y extraños en esta tierra, "repúblicas independientes", que desconocen la constitución y las
instituciones que si saben lo que necesita el país.
Así es
que en mi esfuerzo de otredad con el guerrillero, de entender su principio de
realidad, me queda claro que también ellos han construido una autoridad moral
para tomar las armas y ejercer la violencia. Y entiendo que la polarización
radica principalmente en esa moralidad que busca definir quien es bueno y malo,
de tener que crear un enemigo para justificar los males y las penas
cotidianas
Por mi
parte, prefiero concluir que esta guerra es una tragedia, que como tal fue
necesaria o inevitable, en la que no hay buenos y malos, ganadores y
perdedores, por el contrario todos debemos cargar con las masacres, los
desaparecidos, los desplazados, los genocidios, con la memoria del horror que
se cernió sobre el campo y las ciudades, como se cargan y se asumen las
victimas de un desastre que nadie y todos provocamos
Es una
excelente noticia que los guerrilleros hayan dejado las armas, lo que quiere decir
que estamos resolviendo este horrible mal entendido
Juan Camilo Salazar Martínez