20 diciembre 2009

Dos mil Diez


Con respecto al año que se aproxima me embarga una preocupación.

Cada que se habla de hechos importantes acontecidos durante el desarrollo de una década se hace mención a ellos como por ejemplo: los viajes espaciales en los sesenta, la bomba atómica de los cuarenta, la guerra del golfo en los noventa, en fin... la moda de cada década, los bailes de cada década, la música de cada una de ellas, y su cultura tan marcada y diferente están definidos claramente por el periodo de tiempo que los aglutina.

Debo aclarar de todas formas que de no ser por muy pocos grupos y muy pocos géneros no merecemos tener clásicos de grata recordación en la próxima década, al igual que de no ser por algunos hechos o sucesos desperdigados alrededor del planeta no tendríamos nada de que enorgullecernos de la década recién transcurrida.

Sin embargo, mi gran preocupación con respecto al año que viene, debo aclarar, no es el hecho de que esta decada este marcada por el infortunio, sólo piense en lo que aconteció durante ella y digame de que se acuerda. Aparte de los anhelos y angustias personales hay otra...

Y nada mejor, para empezar, que tomar algo prestado de Gabriel García Marquez y añadirle lo propio… Y es que en este país de frutas también están “los gaiteros de San Jacinto, los contrabandistas de la Guajira, los arroceros del Sinú, las prostitutas de Guacamayal, los hechiceros de la Sierpe, los bananeros de Aracataca, las lavanderas de San Jorge, los pescadores de perla del Cabo de la Vela, los atarrayeros de Ciénaga, los camaroneros de Tasajera, los brujos de la Mojana, los salineros de Manaure, los acordeoneros de Valledupar, los chalanes de Ayapel, los papayeros de San Pelayo, los mamadores de gallo de La Cueva, los improvisadores de las sabanas de Bolívar, los camajanes de Rebolo, los bogas del Magdalena, los tinterillos de Mompox… Los arrieros de Jericó, los vaqueros de los Llanos, las brujas de Segovia, los fumadores de Santa Elena, los poetas de Titíribi, los coteros de Buenaventura, los floristas de La Sabana, los azucareros de Palmira, los chamanes del Putumayo, los cafeteros del Eje, los ermitaños de las playas chocoanas, los reggae singers de San Andrés, los polvoreros de Caldas, los deportistas de Urabá, los artesanos de Raquira y las mujeres de Medellín.

Y es que aunque identidad si tenemos, este es un país paradójico…

En 2010 celebraremos 200 años de independencia y será un año de no olvidar, en las bases militares norteamericanas, instaladas en algún lugar de nuestra muy hermosa geografía, también, se celebrará nuestra independencia y se hablará spanglish y la orgullosa bandera de cincuenta estrellas se elevará en el asta el 20 de Julio… y bueno, la tricolor nuestra igualmente será izada y, tal vez ese día, agotada de ondear en un cielo en el que aviones desconocidos tienen la osadía de interrumpirla, recordará tiempos más gloriosos: vendrá a su memoria aquel instante en el que realmente fue libre.

De manera honesta deberíamos conmemorar, no 200 años de Independencia; obligación es rendir tributo al grupo de Colombianos que hace 2 siglos tuvieron, por un día, el placer de sentirse libres. Sólo ese grupo de hombres y una que otra comunidad indígena precolombina han tenido esa oportunidad en este país tan rico como paradójico.


Carlos Andrés Salazar Martínez

06 diciembre 2009

Jordan Air


He creído siempre que detrás de cualquier gran empresa hay un titiritero que es quien en última instancia toma las decisiones, se queda con las ganancías, pero nunca, por ningún motivo, da la cara. Creo, con respecto a este tema, que hay mucha tela por cortar en la política, en las corporaciones multinacionales y, ¿Por qué no?, en la iglesia.

Sin embargo, esta vez tengo entre manos un tema más superfluo, un tema que quizás a muchos ni les interese. Mentiras, cómo no les va a interesar si hablaré del deporte, acerca de como nosotros somos nuestros propios titiriteros y sobre una persona que tiene por sobrenombre Air. Recuerdo los días en que en la pantalla de televisión (afortunados quienes lo vieron en vivo y en directo, más aun, aquellos que jugaron con él), un afroamericano de uniforme rojo lograba elevarse por el aire, evadir contrincantes durante el vuelo y tener su muñeca dispuesta para, en un último movimiento antes de caer, enseñarle al balón el camino hasta la cesta.

Al igual que Monhamed Alí y Nadia Comaneci con su calificación perfecta fue uno de los deportistas más destacados del siglo XX. Sin embargo, la gran diferencia entre ellos y el monstruo de quien les hablo es que Jordan era un deportista al que podías ver por lo menos una vez a la semana y siempre sorprenderte por algún suceso inesperado. Fue alguien a quien a pesar de lo lejos y motivados por los medios de comunicación volvimos un héroe y estuvimos aferrados a la ilusión de que no se desvaneciera.

Pero sí, la ilusión se desvaneció, el héroe se disolvió dejando gratos recuerdos y las imagines de lo posible. Sin embargo, ahora, luego de pasar mucho tiempo, y con una liga en crisis nos damos cuenta que fue un títere más. Alguien a quien el gran titiritero utilizó para alimentar sus arcas. Alguien por quien nosotros nos entregamos a consumir sus uniformes, camisetas, zapatillas y hasta perfumes, con la mente puesta en el deseo de verlo una vez más y con el alma entregada a la posibilidad de desafiar algún paradigma, más aun alguna ley natural.

Desde hace mucho no vemos a alguien que sea para el mundo tanta inspiración y para el negocio tantos huevos de oro. Nadie con la constancia, con la alegría contagiosa, con la capacidad técnica o con el amor por el deporte como el que Michael proyectaba.

¿Que está pensando entonces el hombre oscuro que dirige los hilos del glorioso negocio? ¿Estará pensando lo mismo que nosotros? ¿Quién después de Jordan "Air"? ¿Quién?

Carlos Andrés Salazar Martínez