21 octubre 2009

Cada quien tiene su afán.


Hace poco me encontraba en una reunión con un grupo de personas a las que conocí por primera vez, el objeto era claro; trazar las pautas de una campaña política para unas elecciones a las cuales le quedan alrededor de cuatro meses. Léase bien, ocho horas de reunión en día festivo, en las cuales se expusieron metodologías para la formulación de la propuesta programática. La situación era obvia, y claro, en el momento difícil de señalar y cuestionar lo que estaba pasando, o mejor dicho lo que no estaba pasando, nadie parecía asombrarse. Algo similar debió ocurrir en el Ministerio de Agricultura, quizás era grosero decir algo sobre lo más evidente, la corrupción transparente que se difunde como una verdad que todos compartimos.

Lo mismo está ocurriendo por estos días en Medellín, con las redes sociales que promueven cualquier tipo de objeto, sujeto o hechos que se les pase por la mente: Chávez, Río Medellín, la Vida, la Mujer y la Familia entre otros. Lista para la que podría recomendar otros dos temas de absoluto interés uno contra el fenómeno del niño y otro a favor de los fósforos que pierden la cabeza. Porque ahora, por ejemplo, tenemos la invitación para participar del día sin muertes violentas en Medellín y el Valle de Aburrá.

No es gratuito que Facebook sea la red más grande del planeta con aproximadamente 170 millones de personas y uno de los negocios más prósperos en el multimillonario mercado de la internet. Es una interface amigable y efectiva a la hora de concertar y convocar a las demás personas, sin embargo lo más significativo, adicional a todo esto, es que es un espacio “gratuito”. Colombia no deja de estar entre los Países de habla hispana con mayor número de usuarios, y Medellín no deja de ser una las ciudades con más grande número de taggeados dentro del país. Facebook ha entrado a la casa de “todos”, tal cual lo hizo la televisión en su momento.

Sobre esta red social, al igual de lo que aconteció con el futbol y la democracia en este país, se están dando una seria de prácticas que están por desvirtuarla. Alteración para la cual aún no hemos encontrado como redireccionarla.

El evento “23 de octubre sin muertes violentas en Medellín y el Valle de Áburra” que es promocionado a través del Facebook por dos jóvenes, qué como leí en el comentario de un blog quieren figurar en una sociedad que los relega – sin tener nada de malo el querer hacerlo -, lograron vincular importantes sectores de la ciudad y lograron, más allá de la red, encontrar eco en otros medios de comunicación.

Obvió, esta propuesta no tiene metodología; está suspendida sobre el vacio y avalada por una alcaldía que no tiene idea de cómo coger el toro por los cuernos. Urgida de buenas estadísticas y popularidad, echan mano de cualquier iniciativa que quien sabe sea un milagro.

En esta ocasión el evento no convoca una marcha, quiere que los medellinenses se vinculen a éste día teniendo en mente que no debe morir nadie violentamente. Seguramente el 23 de octubre los oficinistas, más ocupados que un sicario, se pondrán sobre las solapas de sus trajes el símbolo de la vida. Amigas y amigos estarán en la universidad luciendo el súper creativo accesorio contra la violencia, hablando de lo que será la rumba, al mismo tiempo que los ataca la preocupación por la mesada que les van a dar. Y después de la inevitable cena en casa, tomaran su carro para ir al poblado.

Ese mismo viernes, en los barrios periféricos de Medellín, jóvenes que pasan semanas sin salir de ellos, para quienes lo único seguro es la aguapanela del desayuna, piensan maniarcen para defender el parche, aquel que no tiene grupo en la intrincada red.

Juan Camilo Salazar Martínez

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