Recuperare, ahora que la noticia esta fresca, algo que escribí hace ya algún tiempo, y que me parece de una validez absoluta para lo que representa la reciente liberación de uno de nuestros compatriotas por parte de uno de sus captores. Captor que, por cierto, recibirá de manos del Gobierno Colombiano una jugosa suma de dinero por su gesto y de parte del Gobierno Francés una bienvenida.
Muchas cosas que recaen sobre la cotidianidad o sobre los hechos extraordinarios que rodean al hombre, representan un dilema y en gran medida son problemas profundos y trascendentales. En la actualidad nuestro gobierno y con él todos nosotros, los ciudadanos comunes y corrientes y hasta los de la crema y nata (aunque se figuren lo contrario), emprendimos una empresa, tal vez la más difícil de todas, decidimos hacer frente a los problemas, las ambigüedades y los dilemas de doble moral de los cuales somos víctimas y los cuales son necesarios resolver si deseamos alcanzar la anhelada tranquilidad. Problemas, ambigüedades y dilemas que, muy presuntamente ninguna otra cultura ha querido o se ha propuesto enfrentar. La ley de justicia y paz con la que nosotros en nombre de toda la humanidad decidimos condonar la sevicia de algunos de los crímenes más censurables y escalofriantes que se han cernido sobre la especie humana, proceso del cual hace parte la iglesia, la que a pesar del horror, sale a defender la vida y descomulgando a quienes cerca del aborto tratan de hacer lo que consideran lo correcto, intentan lavarse las manos y mantener intacto un pasado que inmarcesible, los responsabilizara de las circunstancias.
Y si hay aborto, ¿Por qué no también pena de muerte? Y si hay pena de muerte… Y si de hacer justicia se trata, acabemos con la hipocresía y que aquellos que representan lo peor del hombre mueran y no puedan cambiar asesinatos, fosas comunes, caletas, dinero, armas, droga, o violaciones al DIH por años de libertad. Para muchos de ellos, los crímenes son tan abundantes que podrían llevarse su inmunidad hasta el infierno.
La pregunta es, como bien dijo el Doctor Alberto Casas en la W, ¿Hasta dónde está dispuesto a llegar el Pueblo Colombiano por alcanzar tan anhelada Paz? ¿Estamos dispuestos a darlo todo por ver sonreír libres a todos los secuestrados y por regalar a las futuras generaciones aquello que no tuvimos pero que tanto deseamos? He ahí la cuestión.
CARLOS ANDRÉS SALAZAR MARTÍNEZ