30 mayo 2011

Dos Estructuras


Dos estructuras que cambiaron la forma de la existencia y la manera como la percibimos.

Muchos son los descubrimientos, revelaciones y hasta casualidades que permitieron hacer del siglo XX un siglo diferente. Nombrarlos todos es una empresa tan inútil como imposible. Sin embargo, de entre todos ellos quiero dedicar este texto a dos acontecimientos específicos. Dos propuestas que a pesar de provenir de dos disciplinas diferentes, comparten un rasgo que ahora, luego del paso de los años, confirmamos las hizo determinantes...

La gran apuesta en ambos casos fue la propuesta de una estructura. Una geometría sobre la que tiene lugar la vida por un lado, y una geometría sobre la que tiene lugar el conocimiento por el otro.

El 28 de febrero de 1953, Francis Crick entró a un pub en Cambridge, Inglaterra, para anunciar a viva voz que él y James Watson – su colega – habían encontrado el secreto de la vida. Sin embargo, más que el secreto de la vida, idearon un modelo con base en cálculos que les permitieron estimar cómo debía verse una molécula de ADN, para obtener así una de las estructuras tridimensionales que revolucionaria la forma como vemos la vida.

El ADN es una doble hélice, con las bases dirigidas hacia el centro, perpendiculares al eje de la molécula (como los peldaños de una escalera caracol) y las unidades azúcar-fosfato a lo largo de los lados de la hélice (como las barandas de una escalera caracol).

Pero esa es sólo la primera estructura, la otra geometría por demás polémica, fue la propuesta por Deleuze y Guatari – en este caso filósofos – quienes se atrevieron a desafiar la estructura arbórea y jerárquica sobre la cual, o con la cual, nos habíamos dejado llevar por el camino del conocimiento. Es decir, según el modelo arborescente, hay ideas que dan entrada a otras y que de alguna forma determinan un dominio que no puede ser fracturado.

Curioso es que para describir la geometría del conocimiento los autores traen a colación una cita de Kafka, frase que se convertiría en la justificación y en cierta medida la causa de su propuesta.

Las cosas que se me ocurren no se me presentan por su raíz, sino por un punto cualquiera situado hacia el medio. Tratad, pues, de retenerlas, tratad de retener esa brizna de hierba que sólo empieza a crecer por la mitad del tallo, y no la soltéis.

De igual manera que la primera estructura a permitido el desarrollo de la ciencia en campos como la biología o la genética, la segunda ha hecho posible comprender que es lo que pasa con la información; con la estructura rizomatica que proponen las búsquedas en internet y que, sin lugar a dudas, sería inútil pensar en ellas en sentido arborescente.

A diferencia de la estructura del ADN que no exige otra cosa que verla y estudiarla, la estructura rizomatica exige no sólo echarle un vistazo sino comprender, a su vez, que la forma en que estamos tratando de asimilarla se hace, también, de manera rizomatica.

¿Qué tiene que ver una patata con la forma como se construye el conocimiento? Pues que es la mejor manera para que lo entendamos. La semioesfera es una patata de la que podemos extraer tajadas de conocimiento, que en ese caso serían llamadas mesetas por Deleuze y Guatari; y que tal vez, sólo tal vez, podrían llegar a ser arborescentes.

Es difícil abstraer exactamente lo que ocurre con semejante propuesta. Pero, sostienen los autores que:

Igual que sabemos que el universo se compone de 4 dimensiones pero a las que no podemos asir completamente con nuestro pensamiento, de igual manera nuestra manera de razonar se da en forma de rizoma pero estructurar en forma de rizoma nuestro pensamiento rizomático es tan difícil como tratar de concebir el concepto de 4 dimensiones.

Carlos Andrés Salazar Martínez