Azalea y Oropel son dos palabras que lastimosamente se han convertido en sinónimos para llamar a algunas de las mujeres que he conocido últimamente. Le estoy pidiendo el favor a las mujeres que no den muestra de entregarse solo a su imagen y a la lucha continua que tienen con eso de ser el sexo débil. Mi ambición se centra en encontrar una mujer inteligente y hermosa. ¿Qué tan difícil puede ser? Pues es más difícil de lo que parece. Porque, además de estos requisitos debe ser una mujer comprensiva, que se comprometa a lograr sueños juntos, que esté dispuesta a hacer sacrificios por ellos, ante todo que sea una cómplice, que me respete, no me utilice y que alguna vez, no por costumbre, tenga algún detalle conmigo. ¿Complicado cierto? Y bueno entre las virtudes difíciles falta otra, que sea sincera a pesar de todo.
En estos ires y venires he osado acercarme a alguna mujer que me parezca linda, porque eso si, uno no se acerca a una mujer que no le parece linda, por lo menos interesante, mujeres como las que solo dan por aquí, en este pueblo de genes privilegiados, pero ¡Oh mi sorpresa! cuando no teniendo ella nada que decir me encuentro relatando un monólogo en el que aguanto toda mi decepción, al encontrar que la mujer que me inspira toda la pasión, a lo lejos no deja de ser una flor hermosa sin perfume o un objeto brillante sin valor alguno, contaminadas por la caja tonta, sin expectativas que vayan más allá de sus bellas narices. Bueno, pero no puedo criticar el hecho de que sus ambiciones son un carro, una cirugía o la próxima colección de algún diseñador famoso, ni tampoco el querer tener un hombre que le proporcione más comodidades de las que pudo tener con su familia, no, nada de eso se les puede criticar, ¿Quién soy yo al fin y al cabo para hacerlo? Reconozco que a pesar de ser alguien extraño estoy aquí, también, para vivir por lo mío, por aquello que, incluso para la mayoría, es ajeno a sus deseos. Por lo que a veces siento que yo soy el extranjero.
Eso sí, nada mejor para la vida que una hermosa mujer que no sepa mucho de nada, para este montón de hombres a los que poco les interesa saber algo. Los mejores administradores, los mejores ingenieros, los mejores técnicos sin ninguna expectativa que los haga ambicionar ir más allá.
Bueno, la cuestión es que a mí no me importa mucho que suceda con los demás, a mi lo que me interesa es saber si es posible hallar en este jardín de flores absurdas la flor que está dando su olor a todas, o en este taller oscuro la que con su luz camufla a todas las otras.
CARLOS ANDRES SALAZAR MARTÍNEZ